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Capítulo VII

Animales útiles


El hombre se cree autorizado para disponer a su antojo de las obras de Dios; error de su ignorancia, o vana presunción de su orgullo; humos de su pristina grandeza. El cree que, sin más examen que el de su inmediato provecho, puede entrar a sangre y fuego en los dominios de los reinos animal y vegetal. Y sin embargo, no desconoce el orden admirable que preside en toda la creación; orden que es más palpable en el equilibrio de fuerzas productoras, conservadoras y destructivas, pues nunca se ha perturbado sin gran perjuicio de la familia humana. Pretender el derecho de disponer a su albedrío de esos seres, es abrogarse el derecho de atentar contra ese orden conservador.

En el sistema actual de la naturaleza es necesaria la existencia de los animales carniceros y voraces para neutralizar la excesiva multiplicación de otros vivientes, y para purgar la tierra de los cadáveres pertenecientes a los seres que expiran de muerte natural o de otro modo, a fin de que no corrompan el aire que han de respirar los que sobreviven. También es necesaria la presencia de los árboles