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32 — El Tempe Argentino.

suspensión en el aire; porque siendo la formación del terreno obra de la lluvia, de un polvo impalpable y del asiento del líquido, y no de violentos aluviones, la suave corriente no pudo arrastrar ni depositar allí, sino las sustancias que puede traer desleídas o flotantes.

Una combinación tan hábil y prolijamente preparada por la naturaleza, cual no podría ejecutarla el arte, es de una actividad vegetativa tan vigorosa, que necesita ser reprimida, y no estimulada; es tan suelta y fofa, que no requiere ser aflojada sino comprimida al pie de las plantas. Así es que, al desmontar el terreno, conviene dejar las cepas de los árboles, para que la demasiada labor no aumente la exuberancia de la fertilidad que puede ser nociva a los plantíos.

El sistema de riego, desecación y navegación trazado allí por la mano de Dios, es el más completo que pueda imaginarse. La utilidad y la belleza se ven en él admirablemente combinadas. Nótanse en primer lugar varios canales navegables, capaces de embarcaciones de grande calado, casi paralelos entre sí, que siguen una dirección aproximada a la del cauce o brazos principales dividiendo el delta en largas zonas; y que entrelazados por otros canales transversales, subdividen aquellas zonas en varias islas de extensión y formas muy variadas. La parte interior o central de cada isla es un bajío o concavidad que constituyen un verdadero estanque de irrigación y desagüe. Desde aquel estanque parten en todas direcciones multitud de regueros o arroyuelos que van a desaguar en el canal que circuye a la isla, formando todos en su curso los más graciosos giros por entre densas arboledas.