Cuando salió a la luz el Tempe Argentino en su primera edición, el Dr. Juan María Gutiérrez tuvo a bien enviarme los hermosos versos siguientes, acompañados de estos halagüenos conceptos que agradezco cordialmente: "En prueba y en humilde recompensa del placer que me ha causado su libro, le incluyo, dedicándosela, esa composición inédita y, sin esta circunstancia, condenada a perpetuo olvido..."
El ombú
Sobre la faz severa de la extendida Pampa
Su sombra bienhechora derrama el alto ombú,
Como si fuese nube venida de los cielos
Para templar en algo los rayos de la luz.
El sólo, poderoso, puede elevar la frente,
Sin que la abrase el fuego del irritado sol,
En la estación que el potro discurre en la llanura
De libertad sediento, frenético de amor.
El sólo, hijo de América fecunda,
Aislado se presenta con ademán audaz
A desafiar el golpe del repentino rayo,
A desafiar las iras del recio vendaval.
En tanto que las hojas de su guirnalda inmensa
Apenas se conmueven sobre su altiva sien,
Apuran sus corceles los hombres del desierto,
Asilo, temblorosos, pidiéndole a su pie.