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blancas, la única conocida por los naturalistas europeos; es de tres metros a tres metros y sesenta y seis centímetros la extensión o envergadura de sus alas.

Los cóndores habitan igualmente los países fríos y los más calientes; se encuentran, tanto en las alturas de los Andes como en todas las costas del océano Pacífico, y en las del Atlántico en la Patagonia, a gran distancia de las montañas. El cóndor es, sin contradicción, entre todas las aves la que remonta más el vuelo. D'Orbigny los ha visto cernerse al nivel de la cumbre del Ilimani que tiene 7.500 metros de altura; mientras que a 6.000 metros el hombre no puede resistir a la rarefacción del aire.

Según Lemery, la grasa del cóndor es resolutiva y nerviosa. En Turquía y en Grecia emplean la grasa del buitre como un excelente remedio contra los dolores reumáticos, y como emoliente y resolutiva.

Se ha exagerado mucho el poder del sentido olfático de los buitres, suponiendo que son guiados por el olor para venir sobre la presa desde prodigiosas distancias. Aunque esta creencia ha sido apoyada por Humboldt, la destruyen completamente las observaciones de Leybold, consignadas en su interesante Excursión a las Pampas Argentinas. "Mi experiencia; dice, me da la convicción de que el cóndor anda a caza de su alimento, guiado solamente por la vista y no por el olfato. ¡Cuántas veces he tenido ocasión de encontrar por sus pestíferas exhalaciones el cadáver de alguna res, escondido entre peñascos, que sin embargo ninguno de los numerosos cóndores había husmeado!"