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se les suele ver en bandadas por centenares. Por su utilidad para la limpieza pública, gozan de la protección de las leyes en muchas ciudades y villas de la América meridional y en los Estados del sud de la septentrional. A esa protección es debida en parte su gran multiplicación, mientras que el cóndor y el rey de los buitres son cada día más raros.

El urubú puede estar más largo tiempo sin comer que ninguna otra ave. Su carne es hedionda, y de ese mal olor participa su piel y sus plumas; por eso no son de ningún provecho para la mesa. Su largo es de dos pies.

D'Orbigny ha visto en Carmen de Patagones, sobre el río Negro, reuniones numerosísimas de urubúes. En un saladero se habían carneado doce mil animales vacunos para la exportación de carne salada. Durante esta faena de algunos meses, los huesos, que quedaban con bastantes restos de la carne, eran amontonados a la margen del río Negro, y se veían constante y enteramente cubiertos de urubúes y caracaraes o caranchos en número tan asombroso, que el viajero no ha creído exagerar computándolo en más de diez mil de ambas especies.

El aura es otro buitre americano, menos común que el urubú. En guaraní se llama acabiray, que significa cabeza calva; es todo negro, lustroso con aguas violadas; tiene la cabeza desnuda, roja, y arrugada, y pies rojizos. Su largo es de dos tercias de vara. Cuando remonta el vuelo y gira en arcos pausadamente, parece que no agita sus alas, bajando luego al paraje en que su vista perspicacísima ha descubierto algún animal muerto, sobre el cual se arroja con sus compañeros