Página:El Tempe Argentino.djvu/250

Esta página ha sido corregida
248 — El Tempe Argentino.

sus hojas, en sus bayas, en su propia disolución, en los excrementos y cadáveres de los insectos, aves y brutos que nutren, toda la sustancia que reciben de sus fecundas entrañas, y lo enriquecen con nuevos principios minerales que absorben de la atmósfera.

Las sabanas, las pampas, las llanuras donde se suceden sin intermisión las generaciones de las yerbas que sirven de sustento a las aves y demás animales silvestres, restituyen también en sus despojos a la madre común lo que recibieron de su seno exuberante. Y se fertiliza más y más el terreno cuando se hallan reunidas las condiciones más favorables para la fertilidad, a saber, la humedad, una tierra apropiada y un temperamento elevado. Entonces, como acontece en el delta, la vegetación apenas se halla limitada por el espacio; los despojos de las generaciones que mueren, las raíces, troncos, ramas, vienen a constituir un terreno donde se desarrolla la simiente con redoblado vigor.

Empero, ¿qué hace el hombre? ¿Imita acaso a la naturaleza que debió siempre ser su guía y su maestra? Retira del suelo todas sus producciones, por una larga serie de años, sin dejarle ni aun la paja, sin darle siquiera los desechos de las riquezas que recibe. Empobrecido el terreno de sus principios constitutivos en el desarrollo de los vegetales, mengua la fertilidad de los campos, y disminuyen las cosechas al grado de no compensar el trabajo del labrador. Entre otros mil, tenemos un reciente ejemplo en la Virginia, región en otro tiempo tan fértil, y que no puede producir hoy día el tabaco ni los cereales.

Cuando el mal está hecho, el remedio es muy