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Agricultura del delta. — 245

hacha. Ya la experiencia ha enseñado a muchos de ellos, que deben dejar las orillas de los canales y arroyos guarnecidos de su herbazal, para impedir el desmoronamiento y los derrumbes.

Es tan deleznable el suelo, que si estuviese desnudo, bastaría el movimiento ordinario de las corrientes para disolver en breve tiempo la obra de muchos siglos; pero la naturaleza lo defiende con un tejido compacto de juncos, espadañas, totoras, cardos, camalotes, (nayádeas flotantes), y mil especies de enredaderas y arbustos siempre frondosos.

Mas todavía era necesario proteger toda la superficie de los albardones contra la acción de las aguas. A esto proveyó también la naturaleza, por medio de los seibales que impiden las oleadas, y de otras plantas de hoja permanente, que sirven de abrigo a las partes bajas del interior de las islas para que continúe la obra del crecimiento del suelo.

Otra ventaja ofrece la conservación de algunos árboles silvestres en las márgenes y en el centro, y es la de proteger contra los vientos los plantíos de frutales.


LABOR

El labrador de hoy como el de ayer, el rústico como el instruído, cavan, aran, revuelven, desmenuzan la tierra, sin que lo preocupe la causa a que es debida la utilidad de la labor; causa cuyo conocimiento los conduciría a regularizar el empleo de la fuerza y los capitales de una manera ventajosa y económica. Lo que indudablemente obra en