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236 — El Tempe Argentino.

es una miniatura en parangón del argentino, que abraza más de doscientas leguas cuadradas, cuando aquel sólo se extiende en una faja angosta, de menos de dos leguas de longitud. Pero esa faja no es más que una extremidad del gran valle de Tesalia, fertilizado por una gruesa capa de limo que dejó allí el Peneos (hoy salembria), convirtiéndolo en el terreno más feraz de la Grecia, y el más célebre del mundo por su amenísimo Tempe; del mismo modo que el Paraná fertiliza, con su légamo y su riego, más de cuatro mil leguas cuadradas de islas y costas, además del incomparable Tempe de su delta.

El Peneos, aunque en proporciones diminutas respecto al Paraná, tiene como éste numerosos afluentes que fertilizan las llanuras de su hoya; y otra analogía presenta en el color, la tersura y mansedumbre de sus aguas, que movió a Homero a darle el epíteto que constituye el nombre de nuestro caudaloso río, el Peneos de las ondas argentinas.

Ambos Tempes gozan de un mismo clima, iguales en temperatura, en salubridad y en fecundidad. Uno y otro son patria del laurel y del mirto, emblema de la gloria y del amor.

Hay con todo una diferencia inmensa entre los dos valles y sus ríos, y es que aquél ha perdido ya gran parte de su primera fertilidad, y con ella su antigua fama, porque el Peneos no tiene las crecientes fertilizantes del Paraná, que en esto es sólo comparable con el Nilo. Si la fertilidad proverbial del Egipto, que data de época inmemorial, es hoy tan admirable como en sus tiempos primitivos, con mayor razón debe contarse con la perpetuidad de la feracidad de nuestro Tempe, que es bañado