Página:El Tempe Argentino.djvu/231

Esta página ha sido corregida
La noche en las islas. — 229

son sino las orillas de la creación, porque si pudiéramos llegar al más lejano, divisaríamos desde allí nuevos abismos del espacio, sembrado de otras miriadas de estrellas, de otros mundos sin número y sin que más allá pudiésemos alcanzar los límites de la fábrica del universo... ¡Oh Dios! ¿quién puede comprender la inmensidad de tu sabiduría y tu poder? ¿Quién puede penetrar en lo infinito de tus obras?

¿Y qué seres pueblan esos astros innumerables? ¡Qué infinita variedad de criaturas gozarán de la vida en esa serie interminable de mundos! Si en el breve espacio del globo terráqueo, si en este átomo del universo es tan variada y admirable la creación, ¿qué será en la infinidad de las esferas creadas por el Omnipotente para prodigar los beneficios de su infinita munificencia?

El astro que nos alumbra es a su vez arrebatado hacia un centro desconocido. La ciencia ha descubierto que el sol gira por una órbita ignorada, llevando en pos de sí todos los planetas de su séquito. ¿Habrá algún astro más poderoso allá en las profundidades del espacio, que por planetas tenga sistemas enteros de mundos? ¿Y no será ese mismo astro poderoso, atraído junto con sus mundos, por otro astro superior, y así sucesivamente hasta llegar al primer centro de atracción de lo creado? Se desarrolla ante mi espíritu un sistema de sistemas de mundos, cada vez más vasto, cuyos límites no alcanza mi razón, y cuyo primer móvil será ¡quién sabe! el mismo Creador. Mi mente se confunde. Abrumado y perdido en las oscuras regiones de lo infinito, callo y adoro el Increado.

Los cielos manifiestan su gloria y ostentan