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224 — El Tempe Argentino.

nuevo aspecto, ostentando nuevas armonías de formas, de tintas y de luces, desde que el sol llegó al horizonte hasta que se acabó de ocultar de nuestra vista. Solamente me propongo excitar la curiosidad de los que visitan nuestran islas; porque desde los canales del delta, es de donde se debe contemplar la puesta del sol en toda su belleza. El aire transparente y puro de esta vasta llanura, donde no hay polvo ni vapores que puedan empañar la atmósfera, hace más perceptibles los fenómenos de la luz y los más delicados juegos de los suaves contornos de las nubes.

Nuestra atención se dirige a los objetos que nos rodean, atraída por el ruido del aire agitado por las alas de las aves que eligen la caída de la tarde para retirarse a su acostumbrado asilo. Por donde quiera que se dirija la vista se descubren bandadas de diferentes especies, siguiendo todas la misma dirección del centro del delta. Las unas vuelan apiñadas y en desorden, en forma de nublados, tales son las palomas, los tordos, los jilgueros y las cotorras bulliciosas; otras van en hileras ordenadas, como las vandurrias, los patos, los cisnes de cuello negro, y los flamencos de alas de fuego; vuelan solitarios acá y allá las águilas, los halcones, los caracaraes, las cigüeñas, los toyuyúes y las garzas color de rosa. El zorzal, el piririguá, el bienteveo, la calandria y tantas otras avecitas se cruzan por todas partes, en busca de sus nidos, haciendo resonar los ecos del bosque con sus mutuos reclamos.

Los peces entran en cardúmenes a disfrutar del gran festín y se precipitan por los arroyuelos para tomar su parte en el suelo sembrado de melocotones, ahora cubierto por la marea. Bien se conoce