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222 — El Tempe Argentino.

Los costeros, los carapachayos, y todos los que viven o se ocupan en las islas, hombres, mujeres y niños, en fin, todos los que tienen una pequeña barca, todos suspenden sus habituales trabajos, para aprovecharse de esta cosecha gratuita e inagotable. Se emplean millares de embarcaciones en el transporte de los duraznos a los pueblos de las costas del Plata, del Paraná y del Uruguay. Durante los dos meses de la temporada de la fruta el canal de la villa de San Fernando se convierte en una feria incesante, donde día por día entran numerosos cargamentos de duraznos, y salen centenares de carretas y carros que llevan a granel la sazonada fruta para la ciudad de Buenos Aires y toda la campaña. Y a pesar de este inmenso consumo, suele ser tan excesiva la abundancia, que a veces, en el puerto no vale más de medio peso fuerte toda la cantidad de melocotones que puede cargar un hombre.

También nosotros habíamos escogido algunos de los más hermosos en los duraznales del Tempe Argentino y tratábamos de regresar, aprovechando la bajante y la frescura de la noche. Al ponerse el sol emprendimos nuestra marcha. Liviana la canoa, y diestro el remero, pronto empezamos a dejar atrás todos los barcos que cargados de fruta, de borda a borda, se dirigían al canal como nosotros.

Desde que entramos en uno de los brazos principales, íbamos alcanzando los buques que venían del interior de los ríos con sus altas trojas de maderas, carbón, cuerambre y demás frutos del país. Por no exponerse a naufragar en la travesía del río de la Plata, se dirigen al Puerto nuevo de San Fernando, donde, tienen que alijar para