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220 — El Tempe Argentino.

pacíficos campos. Que mi corazón, siempre penetrado del amor de la virtud, sólo aspire a los bienes inmortales; y guste yo, hasta el fin de mis días, de los placeres de mi infancia. Prefiera siempre los rústicos cuadros de la naturaleza a las tumultuosas escenas del mundo; un albergue campestre a un palacio orgulloso, y la calma del espíritu a una brillante posición. Que mi imaginación se represente siempre los mortales, buenos para amarlos, y sinceros para creerlos; que una dulce ilusión me transporte a los bellos días de la edad de oro; y que el amor y la amistad me hagan siempre sentir sus goces inefables.