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ponzoñas que más corroen y degradan a la civilización actual: el alcohol y la sífilis [1].

No debe olvidarse otra condición importante del seibo y el ombú, aunque sea común a la generalidad de los vegetales, y es la propiedad que tiene de purificar el aire, absorbiendo los miasmas perniciosos, y exhalando el oxígeno necesario para la vida del hombre. Las grandes poblaciones, por un error fatal a su salud, han extirpado en su recinto esos morigeradores de la atmósfera, destruyendo el equilibrio y la armonía que la naturaleza ha establecido entre el animal y el vegetal. Las pequeñas poblaciones, impulsadas por el deseo pueril de parecerse en algo a las ciudades, hacen lo posible por destruir las arboledas de su seno, acabando así con el más bello adorno de un pueblo, sea ciudad o aldea, y con las fuentes más puras y perennes de la salubridad del aire que respiran.

El seibo para los jardines y el ombú para los paseos públicos; no hay planta que los aventaje

  1. Dice Rambosson que los hijos engendrados durante la embriaguez resultan ordinariamente epilépticos. ("Les lois de la vie".) Morel relata en comprobación de este aserto los ejemplos más tristes y desgarradores, exclamando: "¡Qué de hechos no podría yo añadir en confirmación de la degenerescencia de los descendientes de individuos entregados al alcoholismo crónico!" "No debe, pues, sorprendernos observar en las naciones civilizadas tantas aberraciones de inteligencias y tanta perversión de sentimientos." ("Traité des dégénérescences".) ¿Quién ignora que el uso del aguardiente ha sido y es la causa principal de la rápida y enorme disminución de la población indígena de ambas Américas, y de la extinción de muchas tribus?