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212 — El Tempe Argentino.

para cumplir su destino de formar el terreno, y cuando cae decrépito al impulso del viento, todavía contribuye con sus despojos a aumentar y bonificar la tierra; o bien, ofrece al isleño una madera leve y débil, pero durable, y a propósito para sus rústicos muebles y vajillas.

Además de su extraordinaria longevidad, tiene el ombú tal fortaleza que no hay huracán que lo derribe; y es su vitalidad tan prodigiosa, que ni la sequedad ni el fuego tienen poder para destruirla. Si por acaso algún violento torbellino llega a destrozar su copa, muy pronto se rehace con asombroso vigor y lozanía. ¡Prodigiosa duración y solidez del edificio levantado en el desierto por la mano de Dios para el hombre!

El ombú siempre ha resistido las sequías destructoras que, de tiempo en tiempo, han asolado las campañas. ¿Cómo una planta de tanto follaje, y situada sobre un terreno árido, puede soportar tan prolongada privación del agua? Ahora podemos inquirir el destino de las desmedidas raíces del ombú, que más bien parecen una dilatación o protuberancia de su tronco. Sin duda aquella es la despensa donde tiene un abundante acopio de jugos que absorbe en los días de abundancia, para no perecer en los de esterilidad. El camello y el dromedario, creados como el ombú para vivir en el desierto, tienen en su cuerpo grandes depósitos de grasa y de agua, a los cuales deben la facultad de poder pasar muchos días sin comer ni beber, al cruzar dilatados páramos donde no se encuentra ni una gota de agua, ni una hebra de yerba. Así el ombú también tiene su abundante provisión de savia, que le permite soportar la