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206 — El Tempe Argentino.

penetre en nuestras islas que vuelven en pomas de oro las simientes confiadas a su seno; y sabrá estimar aquel árbol magnifico que, después de haberle servido de norte para llegar al puerto deseado, le ofrece fresca sombra y seguro albergue en medio de los prados píngües que le han de dar la anhelada opulencia sin más trabajo que el cuidado de un rebaño: y sabrá estimar aquel otro árbol florido que prepara el terreno fertilísimo que le dará la riqueza en retorno de un poco de industria y de sudor.

El ombú es el árbol del pueblo pastor, a quien ofrece sombra y casa en medio de las vastas dehesas que alimentan sus ganados.

El seibo es el árbol del pueblo labrador, para quien prepara el suelo fértil, surcado de canales navegables; y los materiales para improvisar su choza, sus muebles y su barquilla.

El ombú incita al pastor a dejar sus habitudes nómadas, brindándole un asilo cómodo, grato y bello. El seibo contribuye a estrechar la sociedad humana y acelerar su progreso, preparando un terreno capaz de una densa población.

Para eso los creó la Providencia, diseminando al uno por las pampas, y agrupando al otro sobre los ríos. ¡Singular armonía entre dos vegetales de tan distinta naturaleza como el seibo y el ombú, y de ambos, árboles estériles, con la civilización humana.

Uno y otro son plantas peculiares y exclusivas de la región del Plata, donde desempeñan una misión providencial.

El junco y el seibo son los operarios que la