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188 — El Tempe Argentino.

Los grandes discos de sus hojas natátiles, de cinco a seis pies de diámetro, lisas y verdes por encima, con un reborde vertical de dos pulgadas, se asemejan a una gran fuente, lo que ha dado origen a su nombre guaraní irupé (plato en el agua). Por debajo son rojizas, con una red de gruesas nervaduras huecas que contribuyen a mantenerlas sobre el agua, aunque aves de gran tamaño, como las garzas, se posan sobre las hojas que pueden sostener el peso de una criatura, sirviéndole de cuna flotante.

El peciolo sale del centro de la hoja. Los rizomos o tallos de la planta, siempre sumergidos, están erizados de largas espinas, y lo mismo las nervaduras de las hojas, el pedúnculo y el cáliz, que está dividido en cuatro sépalos rojos. La flor, de un pie de diámetro, se compone de más de cien pétalos, interiormente blancos, simétricamente colocados que, según se acercan al centro, van disminuyendo en tamaño y tomando un color encarnado hasta el carmín. Numerosos estambres forman en medio de la flor una bella corona amarilla y punzó.

Estas flores colosales del irupé brillan con singular hermosura a la luz del sol, esparciendo un olor suavísimo, comparable al de la flor del aire, y sobrenadan como las hojas de la planta, alargando para ello unas y otras sus pedúnculos y peciolos todo lo que es necesario para llegar al nivel del agua; y cuando esta se eleva accidentalmente, aquella prolongación continúa.

A la flor sucede un fruto esférico del tamaño de la cabeza de un niño, que se cubre de semillas o granos redondos del grueso de la pimienta, duros, lisos, negros y lustrosos, llenos de una fécula amilácea propia para el sustento del hombre; por esta