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184 — El Tempe Argentino.

renueva la celeste inscripción, como en las débiles hojas del papel, la imprenta perpetua la sublime doctrina de su Evangelio.

O ¿será todo esto una mera ilusión? ¡Venturosa ilusión que engendra la importante realidad del recuerdo saludable de la redención del hombre, a la vista de una flor, en los jardines y en los desiertos, por donde quiera que la suerte guíe sus pasos! Y esa misma planta que el cristiano admira como emblema del sacrificio que le abrió los cielos, también le enseña con su ejemplo, que no confie en sus propias fuerzas para subir a ellos por el sendero de la virtud. ¿Qué habría sido de esa lozana pasionaria sin el arrimo del árbol que la sostiene? El hombre es una débil liana que se agobia por su propio peso; es una pasionaria frondosa que extiende sus primeros vástagos hacia el cielo; más si le falta un apoyo se encorva y arrastra por la tierra. Sostened con la fe sus sentimientos; dadle el arrimo del árbol de la cruz; regadlo con la doctrina de la caridad, y crecerá vigoroso y dará las flores de las virtudes y copioso fruto de buenas obras.

Todo lo que nos conmueve en lo bello; todo lo que nos enajena en la virtud; todo lo generoso, todo lo heroico, se resume en esta palabra divina: "Amad A Dios y a los hombres." Dios ha puesto la moral en el amor, para qué estuviese al alcance de todos los hombres, hasta de los más pobres de espíritu. La inteligencia podrá desarrollarse más o menos, pero el alma siempre será grande. ¡Doctrina sublime que toma sus discípulos en el primero y último escalón! Jesucristo por medio de la caridad, eleva a la multitud ignorante hasta la sabiduría de Sócrates. A la Religión, pues, corresponde vivificar