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Capítulo XXIII

Las flores olorosas, la oruga de esquife


Ha sido una creencia universal, desde los tiempos más remotos, que el olor de las flores y en general los perfumes vegetales purifican el aire. Si esta persuasión, que parece instintiva en el hombre, llegase a ser un hecho confirmado por la ciencia; si los aromas estuviesen dotados de la virtud de destruir los miasmas pestíferos, en tal caso tendríamos un defensivo natural, de facilísima aplicación, contra el azote cruel de las epidemias en el cultivo de las flores en torno de nuestras viviendas, como lo es contra las impurezas de la atmósfera la plantación de árboles en las ciudades.

"El aceite esencial, dice un autor moderno, que se desprende incesantemente de las flores en forma de vapor perfumado es un agente antipestilencial capaz de destruir los principios deletéreos de la fiebre amarilla, el cólera y demás contagios."

Entre las plantas indígenas de suavísimos olores que las islas de nuestro delta nos ofrecen, hay tres notables por su perfume, que puede ser equiparado con el de las más suaves esencias: el isipó, el duraznillo, y el arrayan. El isipó es una magnífica