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La avista solitaria. — 159

de su enlace conyugal; que no ha conocido a sus padres; y que, sin esperanzas de criar ni aun ver a sus hijos sabe sin embargo proveer a la seguridad y subsistencia de ellos. Ella sola lo hace todo; sin el concurso del macho, el cual, probablemente, después de su pasajera unión sexual, habrá sucumbido como el zángano que obtiene los favores de la abeja reina, pues que nunca se ve sino a la avispa hembra en la obra y provisión de la casa. Se compone ésta de varios departamentos o grupos de casillas tubulares hechas de finísimo barro, paralelamente colocadas. Cada departamento consta de una casilla central y cinco laterales para las larvas. Las provisiones consisten en arañas de patas cortas, de diferentes especies. Las trae vivas, pero atontadas por efecto del venenoso aguijón de la avispa; y así semivivas las amontona, unas sobre otras, en el cañuto o casilla del centro y tapa la entrada. Al mismo tiempo pone un huevo en cada una de las casillas laterales y también la cierra. Dando por esto por concluida su misión, abandona casa, provisión e hijos, para seguir la vida errante y solitaria de los bosque.

Entre tanto los hijos que salen de los huevos, pasan todo el invierno en su encierro, nutriéndose y creciendo por un sistema de alimentación el más curioso y extraño. Se alimentan no por la boca, sino por los poros de su cuerpo, absorviendo las emanaciones de las arañas que al fin perecen por consunción. Esa absorción es suficiente para el desarrollo de las larvas hasta su transformación en avispas perfectas, las cuales salen de su prisión abriéndose paso con los dientes, y cada cual vuela por su lado para volver en el verano a construir, cada una