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158 — El Tempe Argentino.

operaciones, puramente maquinales. Si, dentro de la habitación del hombre, no solamente en los ranchos de las islas, sino en los edificios urbanos, todos los años se avecinda, y no elige las piezas apartadas para levantar su casita y establecer su familia con más seguridad y sosiego, sino los aposentos habitados, en cuyos techos y paredes trabaja descubierta, como si se complaciese en mostrarnos su habilidad y probarnos su confianza en el rey de la naturaleza, de quien no teme le rehuse la hospitalidad, ni mire con desdén una de las maravillas de su Creador. ¿Por qué no prefiere, como las demás avispas, la soledad y seguridad de los bosque para construir el nido a su postuma prole? ¿No posee, como el camuatí, el arte de construir una casa sólida, capaz de resistir las intemperies? Parece, pues, que la avispa solitaria no buscase hasta el interior de nuestra alcoba, para darnos ejemplo de laboriosidad, de habilidad, de previsión, y también de abnegación, pues que todo lo hace para sus hijos. Ella no disfruta un solo instante de las comodidades de su morada ni de sus abundantes provisiones; trabaja con afán, bajo de nuestro techo pasando las noches al raso; y una vez concluida su tarea, se aleja para siempre a vivir o morir en la soledad y desamparo del desierto. ¡Singulares costumbres las de esta avispa, en oposición completa con todas las demás especies, que viven en sociedad y se auxilian mutuamente para la construcción de sus nidos y su defensa!

La avispa solitaria tiene una vida enteramente aislada, sin relación alguna con sus semejantes. Es una viuda desvalida, que apenas gozó un momento