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Continuación del camuatí. — 133

todo esto obtenido siempre por medios tan ingeniosos y sencillos, que no puede menos de reconocerse allí la obra de una alta sabiduría.

La serie de prodigios de que se forma la historia del camuatí empieza desde su cuna. Luego que las avispas han dado principio a las paredes de los primeros alvéolos, deponen un huevecito en el fondo de cada celdilla empezada, del cual sale un gusanito o larva, sin más miembro que su cabeza apenas perceptible. Mientras las obreras adelantan los alvéolos, otras avispas se ocupan en alimentar a su informe prole. A los veinte días de este afán, cuando las larvas están crecidas del tamaño de las avispas, cierran éstas las puertas de sus celdillas con una cubierta abovedada. Entonces la larva se forja un capullo de una película sutil, y permanece inmóvil y sin alimento en aquel secreto encierro. Allí se efectúa de un modo misterioso su transformación en avispa, pasando primero por el estado de crisálida en que se perciben ya algunos lineamentos de su futura conformación.

Esta metamorfosis, incomprensible a la razón humana, se opera en seis días en la crisálida del camuatí, al paso que hay otros insectos que permanecen meses y aun años enteros en aquella completa inmovilidad e inedia. Llegado el momento de su libertad, rompe la joven avispa la puerta de su prisión, sepulcro o cuna, y sale a gozar de una nueva vida, dotada ya de la misma habilidad e industria de sus progenitores.

Las generaciones se suceden con mucha rapidez; se aumenta prodigiosamente la población, trabajan todos con actividad; ensanchan a gran prisa su ciudad; y cuando se aproxima el invierno, se apresuran