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110 — El Tempe Argentino.

La labranza como la pesca son los veneros más productivos de riqueza y de vigor para las naciones, y así como deben cultivarse las plantas útiles exóticas, para obtener mayores beneficios del suelo, así también deben importarse, para que se propaguen en las aguas, las especies más estimadas de pescados que se encuentran en otros países.

Los últimos progresos de la piscicultura hacen sumamente fácil, por medio de la fecundación artificial de los huevecillos, la traslación y aclimatación de las especies de los climas más remotos. Entre tantas que pudieran centuplicar la riqueza de nuestros ríos, sólo citaré la carpa, por la circunstancia de ser un pez que, alimentándose de insectos y restos de animales y vegetales, sería muy útil para la limpieza de los cauces y arroyos del delta, que han de necesitar una prolija policía cuando se aumente la población. Es además un pescado de tanta estimación por su sabrosa carne, que desde el medio de la Europa ha sido introducido y multiplicado en Inglaterra, Dinamarca, Holanda y Alemania. Su fecundidad es prodigiosa, pues en una carpa mediana, según el cálculo de M. Petit, se han encontrado 342.000 huevos. Vive siglos, adquiere grandes dimensiones, y un peso que llega a cuarenta libras. La carpa es un buen alimento, de fácil digestión; su lechada (laitance) es un bocado delicado y sustancioso. El paladar, conocido en el comercio con el nombre de lengua de carpa, es muy apetecido y bien pagado.

Con los huevos de carpa se hace una salazón conocida con el nombre de caviar, muy buscada como manjar exquisito y suculento. La vejiga de la hiel de estos peces proporciona una tinta verde de que