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CAPÍTULO XIII.


El trineo.—La pólvora.—Visita á Zeltheim.—El canguró.—La mascarada.


Durante mis excursiones por la playa, entre varias cosas útiles, reparé en unos maderos corvos, restos quizá de alguna lancha que el mar habia arrojado. Estos me sugirieron la idea de construir con ellos una especie de trineo ó rastra que me sirviese de vehículo para acarrear de Zeltheim á Falkenhorst barriles, cajas de comestibles y otros objetos voluminosos y pesados, que ni á cuestas, ni aun con el auxilio del asno era posible transportarlos. No bien amaneció, levantéme callandito, y despertando sólo á Ernesto, que deseaba llevar conmigo para acostumbrarle á dominar el sueño, pues era indolente, bajámos la escala dejando á los demás durmiendo; desatámos el pollino y emprendímos la marcha, llegando sin novedad á la playa, término de nuestra expedicion matinal, y sin tener que andar mucho, en poco tiempo encontré, medio cubiertos con la arena, los maderos más adecuados al objeto que me proponia; atámoslos con cuerdas que llevábamos al efecto, y agregándoles una caja media rota que por allí rodaba, se cargó al asno con todo encaminándonos á Falkenhorst.

Al llegar al alojamiento mi esposa me reconvino por mi salida clandestina; pero explicándola la causa y objeto de ella y la esperanza de hacernos pronto con un trineo, que la iba á ahorrar muchos viajes, trayéndola de una vez lo que todavía nos faltaba, se apaciguó algun tanto; en seguida se abrió la caja que habíamos traido y en ella no se encontró mas que varias prendas de vestir propias de marinero y alguna ropa blanca, todo averiado y echado á perder por el agua del mar. Sin embargo, aunque malos y deteriorados, agradaron mucho á mi esposa que preveia el momento en que hubiese necesidad de renovar, ó al ménos recomponer nuestros vestidos.

Durante mi ausencia Federico y Santiago se entretuvieron cazando hortelanos; pero con tan poca suerte, que, despues de haber gastado gran cantidad de pólvora y perdigones, mataron únicamente como unas cuatro docenas. Al presen-