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EL ROBINSON SUIZO.

nes, y yo á destapar la barrica de manteca para que mi esposa sacase la que necesitase. Ernesto y Santiago se dirigieron á la bahía con intencion de atrapar los patos y gansos; mucho trabajo les costó conseguirlo, porque con nuestra ausencia se habian vuelto un poco ariscos, y al fin no lo hubieran alcanzado si á Ernesto no se le hubiese ocurrido una astucia para cogerlos. Al extremo de un cordel de pescar puso un anzuelo con un poco de queso por cebo, y lo echó al agua. En cuanto olieron el queso gansos y patos se abalanzaron á él tragándose el anzuelo, y tirando los niños de los cordeles, se apoderaron de los pájaros rebeldes, que ataron luego por las patas para que no huyesen. No dejó de agradarme la invencion, si bien fue preciso emplear gran cuidado en sacar el anzuelo á los glotones sin lastimarlos gran cosa. Nos abastecímos de sal, y como los zurrones de todos estaban casi llenos de patatas, se colocó el más pesado encima de Turco, despojándole de la armadura. Los niños cargaron con los dos pares de aves acuátiles, que con discordes graznidos demostraban quizá su pesar y repugnancia al abandonar el sitio que las vió nacer.

Puesto todo en órden y cerrada la entrada de la tienda, emprendímos la vuelta, que se hizo más pesada que la ida por la carga que traíamos encima. Tomámos el camino de Falkenhorst por el Puente de familia, y como era cuesta abajo no tardámos en llegar á nuestra habitacion, sin que ocurriese novedad ó incidente alguno notable.

Mi esposa encendió lumbre en seguida, preparó las patatas para la cena, y despues se fué á ordeñar la vaca y las cabras. Soltáronse las aves en las junqueras del arroyo, teniendo ántes la precaucion de cortarles las grandes plumas de las alas para que no pudiesen volar. La mesa se dispuso luego, y sentados á ella con buen apetito, se nos puso delante una fuente de patatas cocidas, un lebrillo de leche, manteca salada y queso, con lo cual resultó una opípara cena, que el cansancio del viaje y el buen humor que reinaba hicieron más deliciosa.

Despues de dar gracias al Señor por los nuevos beneficios que su piedad nos dispensaba, subímos la escala, y pasámos la noche en profundo y tranquilo sueño.