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EL ROBINSON SUIZO.

conservado su hacienda en el mejor órden y estado, aumentando su valor y productos, obtendrá la mayor y más señalada recompensa, la cual consistirá en llamarle á disfrutar de mi soberbia residencia, gozando para siempre el título y prerogativas de ciudadano de Villa celeste. Pero por el contrario, el perezoso que no haya querido trabajar; el negligente que tenga en mal estado y deteriorada su propiedad; el mal súbdito, que en lugar de ocuparse en lo suyo, estorbe á los demás en sus útiles tareas, será condenado al penoso servicio de los arsenales, ó segun sus acciones, por toda la vida á labrar las minas sumido para siempre en las entrañas de la tierra, á cuyo efecto de vez en cuando mandaré buques á la isla, que abordando ya en un punto, ya en otro, siempre de improviso y sin que nadie lo sepa, embarquen cierto número de colonos para premiarlos ó castigarlos segun sus merecimientos. Ninguno será osado á embarcarse en los referidos buques con ánimo de abandonar la isla sin que medie órden expresa mia, y el que lo intentase bien caro pagaria su atrevimiento. Como nada puede ocultárseme de cuanto ocurra en la isla, porque todo lo estoy viendo por un maravilloso anteojo que tengo á mi disposicion, nadie podrá engañarme y todos serán juzgados segun sus obras.»

«Quedaron los colonos satisfechos de oir el discurso del gran rey, y se mostraron dispuestos á trabajar y cumplir todo lo que se les habia prevenido.

«Se levó el ancla, y llegaron felizmente y henchidos de alegría y esperanza á su destino. En la travesía les incomodó el mareo propio de aquellos mares, el cual consistia en un sueño profundo y como una especie de letargo ó embotamiento de sentidos, cuyo resultado les debilitó hasta tal punto la memoria, que al llegar á la isla ni uno solo se acordaba de su estado precedente ni de sus relaciones con el gran rey, ni siquiera de haberle oido mentar.

«Afortunadamente el monarca habia previsto el suceso, y grandísimo número de sus reales servidores se presentó al efectuarse el desembarco de los colonos tomando cada uno á su cargo uno de los forasteros, le acompañó á una posada, y por espacio de muchos dias se dedicó á repetir al nuevo colono que tomara bajo su direccion todo lo que el gran rey les habia encargado ántes de su embarque, de lo que todos se alegraron.

«Despues que se concedió á los colonos el descanso necesario para que se repusiesen de las fatigas de la travesía y recobraran las fuerzas, designóse á cada uno el terreno que debia cultivar, se le suministraron las semillas de plantas útiles y vástagos de buenos árboles frutales para ingertarlos en los silvestres que producia aquel suelo, y se les dejó en absoluta libertad de obrar y aprovecharse de lo que se les habia confiado.

«¿Pero qué sucedió? la mayor parte de los colonos, al cabo de algun tiempo, en vez de seguir las instrucciones que se les comunicaran tocante á las labores, instrucciones que diariamente les repetian los leales servidores del rey, que secretamente permanecian siempre adictos á sus personas, cada cual hizo lo que