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CAPÍTULO X.

para las flechas, y además corté dos ó tres cañas largas para medir con ellas por un proceder geométrico la verdadera altura de nuestro árbol. Ernesto tomó las cañas, yo el flamenco herido, y Federico, además del muerto, cargó tambien con los dos lios de bambúes que quedaran en la playa. En esta conformidad llegámos á donde estaba nuestra gente, y fuímos recibidos, como de costumbre, con exclamaciones de alegría y visos de sorpresa.

—¿Qué es eso que traes, Federico?

—¡Jesus, qué pájaro tan hermoso!

—¿Cómo se llama?

—¿Es manso?

—¡Y está herido el pobrecito!

—¿Si se le podrá curar?

Y otras cien preguntas semejantes ensartadas unas tras otras sin aguardar las respuestas.

Mi esposa no participó del gozo general, objetando respecto al flamenco vivo, que esa boca inútil iba á absorber una buena parte de las provisiones; pero se tranquilizó cuando le dije que el nuevo huésped no causaria ningun gasto, por la razon de que se proporcionaria el alimento sin sernos gravoso, buscando en el arroyo inmediato los gusarapos, gusanos y otros insectos que acostumbra á comer. Esta aclaracion calmó la inquietud de mi esposa y devolvió la alegría á todos. Examiné despues la herida del pobre flamenco, y ví que consistia en un pequeño rasguño en el ala derecha, causado por los dientes de la perra. Apliqué á la parte lastimada un poco de unguento hecho con manteca y víno; sujeté el ala con una venda, y en seguida le até un cordel á la pata para que pudiera andar y bañarse en el arroyo. Este tratamiento dió buen resultado, y al cabo de pocos dias, la herida se habia cicatrizado, y el pájaro, á fuerza de caricias y esmero, domesticado del todo.

Los niños que ya habian empalmado las cañas una con otra, imaginándose que esto bastaria para medir la elevacion del árbol, vinieron á anunciarme, riéndose, que se necesitarian otras diez más para alcanzar á las primeras ramas.

—Demasiado lo sé, les respondí; pero hay un medio más sencillo para saber á punto fijo la altura que se desea saber, y es el que se emplea para medir la elevacion de las montañas más altas; la geometría nos lo enseña, y aquí lo podemos aplicar. Al punto con dos cañas fijadas en el suelo y dos cordeles que partian de la base del tronco del árbol, resultó un triángul que calculé geométricamente, y siendo la distancia de un ángulo á otro de treinta piés, manifesté á la familia, que estaba embobada presenciando la operacion, que la altura de nuestra futura morada sería de esos mismos treinta piés, contando desde el suelo. La solucion del problema les pareció maravilloso, inspirándoles deseos de aprender