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CAPÍTULO X.


Establecimiento provisional.—El flamenco.—La escalera de bambú.


Terminado el banquete me ocupé en preparar alojamiento para pasar la noche: al efecto, suspendí las hamacas bajo la especie de bóveda que formaban las raíces de nuestro árbol gigante, y cubriendo la parte exterior con un gran pedazo de lona, quedó constituida nuestra habitacion provisional, que resguardaba la familia y la ponia al abrigo del relente y de las picaduras de los insectos.

Terminada esta operacion y miéntras mi laboriosa mujer se entretenia en hacer los aparejos más precisos para el asno y la vaca, que pensaba emplear al dia siguiente para el acarreo de los maderos y tablas necesarias para la construccion de la casa aérea, encaminéme con Federico y Ernesto á la playa para examinar los materiales que allí hubiese, y sobre todo para buscar los que me habian de servir para la escalera que pensaba labrar.

La playa estaba cubierta de fragmentos del buque que la marea arrojaba constantemente; pero la mayor parte eran poco adecuados al objeto que yo deseaba, y á más se necesitaba labrarlos expresamente. Ya me figuraba abortado el proyecto, si por fortuna Ernesto, que todo lo escudriñaba, no me hubiese hecho reparar en gran cantidad de bambúes enterrados entre el cieno y la arena. Era justamente lo que más me convenía. Los descubrímos, y despojándolos de las hojas y retoños que todavía conservaban, los fuímos cortando en trozos de cinco piés de largo, de los que se hicieron tres haces, para trasladarlos con más comodidad á nuestro establecimiento. De paso, busqué carrizos para hacer flechas, las cuales entraban tambien en el plan que tenia concebido para subir al árbol gigante.

Encaminámonos en seguida hácia un matorral espeso donde pensaba hallar los carrizos, avanzando con precaucion, segun mi costumbre, y con la carabina preparada por si de pronto algun reptil ó cualquier otro