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CAPÍTULO IX.

—¡Qué árboles, papá! exclamó Ernesto; con razon se les puede llamar gigantes; ¿pero de qué género serán? Por un lado parecen mangles, y por otro...

—¡Vaya! dijo Santiago que no se paraba en barras, poco tiene que discurrir. No hay mas que verlos para conocer que son nogales.

—Me parece que os equivocais ambos, dije entónces; tengo para mí que estos prodigiosos árboles por su aspecto y grandísimo desarrollo de las raíces pertenecen al género de las higueras y á la especie que se llama higuera de las Antillas, más conocida en las Indias con el nombre de baniano [1]. Pero sea lo que se quiera, poco importa, proseguí dirigiéndome á mi esposa que estaba gozando interiormente al contemplar mi sorpresa y admiracion. Sean higueras ú otra cosa, es preciso convenir que el hallazgo de estos árboles y tu idea de fijar aquí nuestra residencia te honra sobremanera; por de pronto, y provisionalmente, podemos alojarnos debajo de estas raíces, que parecen expresamente dispuestas para vivienda; y si más adelante podemos encaramarnos en lo alto, estarémos resguardados de la invasion de cualquiera fiera por trepadora que sea, y la desafio á que pueda subir por ese tronco tan derecho y liso.

Comenzámos á descargar el bagaje, se trabaron las bestias para que no se alejaran mucho, exceptuando la marrana, que, segun su costumbre, no quiso sujetarse á la ley general, y hubo que dejarla á su albedrío, como igualmente se hizo con la volatería, que más domesticada no ofrecia tanto riesgo de extravío, cuando nos asustó un arcabuzazo que sonó algo léjos; más pronto nos tranquilizámos al oir la voz de Federico, quien salió del bosque gritando:

—¡Papá! ¡papá! ¡mira qué gato montés he muerto! Es magnífico!

—Bravo, contesté al verle tan ufano con su presa. Acabas de hacer un gran favor á las palomas y gallinas de nuestra colonia. No dejes de estar alerta por si se presenta algun otro compañero á rondar por los alrededores, porque esos animales son enemigos encarnizados de toda especie de volátiles.

Ernesto no dejó de hacer sus observaciones científicas respecto á la nueva presa, y bromeándole por la erudicion de que hacia tanta gala, convenímos todos en que en lugar del nombre de gato montés que Federico habia dado al animal que acababa de matar, el de margai [2]era el que más le convenia bajo todos aspectos.

  1. Llámanse banianos los miembros de cierta secta idólatra de las Indias orientales que creen en la metempsicosis, y por tener en gran veneracion á esta clase de higuera, los naturalistas le han dado el nombre de Baníano. Esta árbol gigantesco, cuyas ramas á veces se inclinan hasta tocar el suelo, en cuyo caso echan luego raíces produciendo nuevos troncos, llega uno solo á formar selvas pequeñas de 1,600 pasos y aun más de circuito. Su fruto es del tamaño de una nuez.
  2. Este gato montaraz de América tiene allí por nombre margai ó marque. Pertenece á la clase de cuadrúpedos digitígrados. En mayor escala que los gatos comunes tiene las propiedades del tigre, y á veces se hace temible hasta á los mismos hombres (Notas del Trad.).