Página:El Robinson suizo (1864).pdf/51

Esta página ha sido corregida
42
EL ROBINSO SUIZO.

«En efecto, así lo verificámos, y nada de particular vímos hasta llegar al arroyo, cuyas orillas estaban cubiertas de despojos de cangrejos, lo que me hizo colegir cuál fuer el almuerzo de los perros y la causa de haber desdeñado el nuestro. Proseguímos andando por la playa que encontrámos sembrada de tablas, barricas, cajones y otros objetos procedentes de la nave, cuyo peso excedia á nuestras fuerzas; sin embargo, en cuando nos fue dable arrastrámos algunos de estos efectos más adentro, á fin de que la resaca no se los llevase. Miéntras nos ocupábamos en tan ruda faena, noté que Bill desapareció ocultándose tras de una roca, y echando á correr tras él Ernesto, le encontró muy atareado en desenterrar de la arena huevos de tortuga, que iba despachando con marcada satisfaccion segun se relamia. Acudímos al sitio, y despues de costarnos no poco trabajo alejar la perra, que por lo visto estaba dispuesta á no dejar uno siguiera, recogímos hasta dos docenas todavía intactos, los mismos que han servido para la tortilla que tanto os ha gustado. Entónces dirigímos la vista al mar, y columbrámos una vela que se adelantaba rápidamente hácia la costa. Inquieta y sorprendida por semejante aparicion, fluctuaba entre el temor y la esperanza por no poder distinguir aun el casco á que pertenecia; Ernesto afirmaba que erais vosotros; á Santiago se le figuraba uno de los botes del buque que se acercaba, y Franz, como más medroso, asustado se asió á mi falda, diciendo que quizá serian antropófgos que venian con intencion de merendarnos.

«En tanto la vela avanzaba, y Ernesto fue quien acertó. Acudímos presurosos hácia el arroyo que atravesámos saltando por las piedras como á la ida, y llegámos á tiempo de que desembarcabais.

«Tal es, amigo mio, la detallada narracion de nuestro viaje. Si quieres complacerme, desde mañana abandonarémos este sitio agreste, para instalarnos junto á aquellos árboles gigantescos.

—Bien está, querida mia, la contesté sonriéndome; pero curioso será vernos encaramados como gallos en un árbol de sesenta piés de altura, ¿y dónde encontrarémos el globo aerostático que nos traslade á esa region?

—No te burles de la idea, repuso mi esposa, que no es ningun disparate, y sino, ¿no te acuerdas haber visto en nuestra tierra, en Zojinga, si no me engaño, un grandísimo tilo, sobre el que habian dispuesto un gran salon de baile, al que se subia por una escala de madera? ¿No pudiéramos acaso igualmente, sobre una de las ramas más bajas de ese otro árbol arreglar siquiera una habitacion para dormir? Al ménos allí podríamos reposar tranquilos sin temer á los chacales ú otras fieras peores todavía, que de seguro ni siquiera soñarian en molestarnos á tal altura. En cuanto al modo y forma de ejecutar el proyecto, os toca á vosotros como hombres que sois y con mayores recursos de imaginacion que una mujer, y de seguro lo alcanzarémos si poneis empeño formal en hacerlo.

—Sí, sí, la respondí, se hará cuanto podamos para darte gusto; pero en todo caso, y segun la descripcion que acabas de hacer de tan singulares árboles, me