Página:El Robinson suizo (1864).pdf/49

Esta página ha sido corregida
40
EL ROBINSON SUIZO.

consecuencias, siendo por el contrario una útil prevision y un medio de inspirarles valor y prudencia al mismo tiempo.

«Cuando llegámos á un collado, mi vista se recreó al contemplar aquella vegetacion admirable que tanto nos habias ponderado, y por la primera vez despues del naufragio renació en mi corazon la esperanza de un porvenir més halagüeño. Divisando á corta distania una pequeña alameda á cuya sombra deseaba descansar un rato, nos dirigímos hácia ella, atravesando un buen trecho sembrado de maleza tan espesa y enmarañada que nos costó no poco trabajo abrirnos paso lo cual nos obligó á torcer un poco á la izquierda, donde encontrámos de nuevos vuestras huellas que fuímos siguiendo sin perderlas en direccion á la alameda.

«De repente un ruido extraño llegó á nuestros oídos, y de entre las matas tomó vuelo un pájaro grandísimo que nos asustó por de pronto. Mis dos noveles cazadores prepararon las escopetas; pero cuando se acordaron de apuntarle ya se hallaba tan fuera de tiro que hubiera sido en balde dispararle.

—¡Qué lástima! exclamó Ernesto, si hubiera estado un poco más listo en preparar la escopeta, de seguro lo atrapo.

—¿Y por qué no estás más prevenido? le dije, el buen cazador nunca debe descuidarse.

—A otra te aguardo, repuso Santiago, preparando el arma; yo le diré cuántas son cinco; pero acerquémonos al punto de donde se ha alzado, quizá tenga allí el nido, y podrémos saber la especie á que pertenece el pajarraco.

—Por lo grande me parece un águila, dijo Franz.

—¡Qué disparate! no puede ser, contestó Ernesto; las águilas, para que lo entiendas, no anidan en el suelo, sino en las más encumbradas rocas. Mejor diria que es una avutarda por el color y por ciertas plumas en forma de bigotes que tiene junto al pico. ¡Qué lástima no haberla cogido!

«No acababa de pronunciar esta última palabra, cuando de la misma mata salió otra ave parecida á la primera, aunque un poco mayor, y pasó rozándole ántes que siquiera imaginara echarse á la cara la escopeta. No pude ménos de reirme al ver lo parados que se quedaron ambos, y la especia de vergüenza que les causaba el verse burlados por segunda vez. Habeis perdido un buen asado, les dije, lo cual os servirá de aviso para en adelante. Sin embargo veamos el nido, quizá encontremos los polluelos y ya sería algo.

«Pero estaba de Dios que la caza habia de ser completamente infructuosa, porque acercándonos al sitio de donde se remontaron ambas aves, hallámos un grande nido de yerba seca, pero vacío; y por los restos de cascarones de huevos colegímos que los pollos nacidos de pocos dias se habian tambien escabullido entre el espeso matorral.

—Ya estarás convencido, dijo Ernesto á Franz, de que el pájaro no era un águila. Estas no sólo no anidan en tierra, sino que sus hijuelos no pue-