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EL ROBINSON SUIZO.

una sociedad para ellos nueva y desconocida; despues de representarles la vanidad del mundo, lo transitorio de esta vida, la grandeza de Dios, la importancia de los deberes del hombre, cuyo exacto cumplimiento proporciona la única felicidad verdadera; por último, despues de bendecirles suplicando al Todopoderoso que no les desamparase, entregué á Federico el manuscrito ó relacion de nuestro naufragio y el diario de lo acaecido hasta entónces en esta costa, recomendándole expresamente que en llegando á Europa lo mandase imprimir á la primera ocasion con las enmiendas y correcciones necesarias.

—No me guia la vanidad de autor, añadí, sino la esperanza de que la detallada relacion de nuestra vida en estas solitarias playas no queda inútil y perdida para el mundo, particularmente para la juventud de mi patria. Cuanto he escrito hoja por hoja para la educacion de mi familia puede aprovechar á los hijos de otras, y daré por bien empleado mi trabajo si este sencillo relato logra llamar la atencion de algun jóven ilustrado sobre los frutos del estudio y la meditacion, así como de la obediencia filial y tierno cariño entre hermanos. ¡Dichoso yo si algun padre de familia hojeándolas al acaso encuentra en las páginas de un desterrado palabras de consuelo, consejos oportunos, provechosas enseñanzas! En la posicion excepcional en que nos colocó la Providencia, mi libro no contiene ni puede contener teorías; es una narracion sencilla, sin pretensiones ni artificio, de los hechos y aventuras acontecidas en el decurso de diez años de sosegada vida á una familia cristiana sometida á los decretos del Altísimo. El continuo recuerdo del pasado siempre ha sido nuestro norte en el presente, inspirándonos ilimitada confianza en el supremo Hacedor, y desarrollando por medio de una instruccion variada la actividad de nuestra alma y el instinto observador que fija la atencion en todo, á fin de no incurrir en la absurda pregunta del vulgo ignorante y egoista: ¿Para qué quiero yo eso?

Juventud de todas edades y naciones, no olvides que es bien aprenderlo todo ménos lo malo, y que el hombre nació para ejercitar su inteligencia en el campo que la Providencia se digna depararle.

Como el lector puede figurarse, nadie durmió aquella noche.

Al salir el sol del dia siguiente el cañon del buque dió la señal de embarque, y acompañando á nuestros hijos hasta el muelle, recibieron allí las últimas bendiciones y caricias, la postrera despedida. Subieron por fin á bordo, leváronse anclas, el viento comenzó á hinchar las velas, é izóse la bandera en el mástil. A los pocos minutos aun nos consolaba la vista de los pañuelos que se agitaban. ¡Otros tantos más, y el buque iba á desaparecer en la inmensidad del Océano!

¡Quién es capaz de describir la afliccion de mi esposa! Era el dolor de una madre, mudo, profundo, concentrado. Sin embargo, fijos los ojos en el cielo pudo terminar la ferviente plegaria que habia comenzado; despues rompió en amargo llanto. Santiago y Ernesto tambien lloraban. En cuanto á mí, encerrando en lo más recóndito del corazon la pena que lo desgarraba, y afectando un valor