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CAPÍTULO LVI.

Allí nos aguardaban mi esposa y Franz, á quienes nuestra detencion ya habia parecido demasiado larga, con especialidad á la primera, á quien siempre sobresaltaban los viajes marinos; pero la zozobra se desvaneció cuando nos vió á todos reunidos y se la pusieron de manifiesto las riquezas que traíamos. Al ver las pieles de los leones el corazon la dió un vuelco acudiendo á su imaginacion la idea del inminente riesgo que habria mediado para conseguirlas.

La cena estaba preparada, y durante ella se contó lo acaecido. Las trufas, el nankin, y particularmente las pieles de ambas fieras fueron objeto de mil cuestiones y preguntas á las que satisfacímos por extenso hasta la hora del descanso que tanto habíamos menester.