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CAPÍTULO LVI.

podia ménos de suceder por el descuido habido, con una informe masa de carne y huesos casi carbonizados. Estaban ya para dárselo á los perros, cuando les atajé diciendo que quizá podria sacarse de la parte interior algun provecho, á pesar de la desfavorable apariencia externa. En efecto, se fué separando de la cabeza el pellejo que era lo únicamente churruscado, y se halló un manjar delicioso saturado por las trufas con tan buen aroma y excelente sabor que no hubo más que pedir.

Despues de cenar dispuse que pasásemoss á descansar en la chalupa las tres ó cuatro horas que faltaban hasta el dia. La noche habia sido agitadísima y era indispensable algun reposo. Siendo ya de madrugada, el fresco nos hizo apreciar la utilidad de las pieles que habíamos traido para abrigarnos. Los climas cálidos son peligrosos por el frio relente, y así se explica por qué los animales de la zona tórrida son tan peludos.

Luego de salir el sol comenzámos á desollar los leones para apropiarnos sus magníficas pieles. La jeringa, utensilio que ya se tenia buen cuidado de traer en todas las expediciones, nos prestó un gran servicio abreviando sobremanera la operacion. La piel del leon sobretodo era alhaja digna de un monarca, con su pelo espeso y fino, á excepcion de la melena, que le caia desde la frente hasta la mitad de la espalda. Arrancadas las pieles, lo demas de los cadáveres se abandonó á las aves de rapiña que acudieron á bandadas.

La ocupacion en que nos entreteníamos dió pié para que se hablase del leon y se combatiesen algunos errores y preocupaciones que mis hijos conservaban acerca de esa fiera.

—De todos los seres de la creacion, dije, pocos hay tan conocidos como el leon, y sin embargo, sobre ninguno se han escrito y forjado más fábulas. La misma soberanía que se le atribuye ha inducido á suponerle cualidades especiales basadas en la generosidad y grandeza de ánimo. Por más que digan, no es clemente ni magnánimo, sino una fiera terrible que devora su presa lo mismo que el tigre y la pantera, de los cuales difiere en ser ménos sanguinario cuando se encuentra satisfecho, en lo que le igualan otros animales.

El error que tanto favorece al leon data de la antigüedad más remota. De tiempo inmemorial el leon ha sido emblema de valor y nobleza, y los naturalistas modernos tambien le han conferido el título de rey de los animales.

El leon, dice Buffon, tiene un aspecto imponente, mirada penetrante y fija, andar fiero y voz terrible. Su cuerpo no es abultadísimo como el del elefante y rinoceronte, ni pesado como el búfalo ó hipopótamo, ni demasiado recogido como el de la hiena y el oso, ni harto estirado y jiboso como el del camello; sino que por el contrario por sus buenas proporciones parece ser el modelo de la agilidad y la fuerza. Tan riguroso como robusto, sin sobreabundar de gordura y carnes, todo en él son nervios y músculos que le dan la gran fuerza que demuestra en sus prodigiosos saltos, en sus coletazos capaces de derribar un hombre,