Página:El Robinson suizo (1864).pdf/454

Esta página ha sido corregida
411
CAPÍTULO LV.

dos los rios de Europa se encontrasen. La escasez y la dificultad de hallarlas es lo que las encarece.

—Ya comprendo, saltó Ernesto, es lo que se llama pretium affectionis.

—Espantábame yo, dijo Santiago, que al fin no salieses con algun latinajo para mayor claridad.

—Es un modismo técnico, repuso el doctor, que significa precio convencional, pues sin merecerlo realmente por su importancia el objeto se lo han dado los hombres por su gusto.

Entretenidos en esta conversacion llegámos al pedregoso arrecife donde Federico habia hecho su recoleccion de ostras. La costa presentaba de trecho en trecho pequeñas dársenas más ó ménos profundas, donde venian á confundirse cristalinos arroyuelos que fertilizaban el terreno. Espesos bosques se escalonaban hasta las altas montañas que cerraban el horizonte, ostentándose en la llanura la potente y rica vegetacion de los trópicos. Un majestuoso rio vertia en la bahía el caudal de sus aguas, descendiendo por las praderas que cortaba como argentina cinta. Todo convidaba á abordar en las orillas de tan vistoso estanque, y una ensenada próxima al banco de ostras fue el sitio elegido para el desembarco que efectuámos con la mayor facilidad. Los perros sedientos de agua dulce, de que carecian hacia horas, no bien llegó á sus oídos el murmullo de un arroyo, cuando saltaron impacientes de la chalupa y se lanzaron á nado en busca de refrigerio. Maese Knips como más tímido no acababa de resolverse á salvar el corto espacio de mar que le separaba de la tierra. Veinte veces hizo ademan de saltar, y otras tantas retrocedió como si tuviera deltante la inmensidad del Océano. Al fin nos apiadámos de él y tendiéndole la amarra del barco se aventuró á pasar con no poca gracia y ligereza. Fuímos en seguida al rio, que de Federico recibió el nombre de San Juan, y vímos que no habia exagerado su grandeza y majestad. Apagámos todos la sed, y no contentos con eso el mono y los perros se bañaron segun su costumbre.

Como el dia estaba muy adelantado para emprender la pesquería, despues de dejar bien amarrados los barquichuelos nos pusímos á cenar buenas lonjas de jamon, patatas fritas, tortas de cazabe y el pan correspondiente. Encendiéronse hogueras para la noche á fin de ahuyentar las fieras, si es que hubiese alguna por el contorno. Los perros hicieron su rancho al rededor del fuego y nosotros nos retirámos á la chalupa. Desde luego creí que si habia que temer algo era por tierra y no por mar. Sin embargo, por precaucion se instaló á Knips de vigía en el mástil. Extendímos la vela como un toldo para preservarnos del relente, y envueltos en las pieles de oso tendímonos en el fondo del barco á descansar, durmiendo un sueño tranquilo, sólo alguna vez interrumpido por el aullar de los chacales y la contestacion amenazadora del nuestro.

Al rayar el dia todos estábamos de pié, y despues de un frugal desayuno se dió principio á la pesquería de las perlas, empleando para recoger las ostras