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CAPÍTULO LIV.

na caza, pues ademas de la piel que nos podrá ser útil, su carne es tierna y sabrosa, y hay quien dice que aventaja á la del carnero.

Concluida la investigacion de cuantos objetos habia traido Federico, y pasado el primer entusiasmo:

—¡Querida esposa, dije con una gravedad que no me era habitual, y vosotros, hijos mios! Este dia es uno de los que harán época en la historia de nuestra familia. Federico ya no es un niño. De algun tiempo á esta parte, y sobretodo desde su reciente expedicion se ha conducido con el valor y prudencia que pudiera exigirse de un mayor de edad. Por lo tanto, desde ahora le eximo de mi autoridad paternal, y declaro solemnemente que queda libre de toda subordinacion, considerándole no solo como á un hijo, sino como á un compañero y amigo, dispuesto á ayudarme con su actividad y consejos en el gobierno y administracion de nuestra pequeña colonia.

Siguióse á tan inesperada escena un momento de silencio general. El mismo Federico, á quien nada habia comunicado sobre este proyecto, quedó estupefacto y sin saber qué decir, hasta que su madre le tendió los brazos derramando lágrimas de verdadera alegría.

—Esta es ni más ni ménos, dijo al cabo de algun tiempo maese Ernesto, la ceremonia de la investidura viril. ¡Ya eres un hombre, Federico! y ¡á fe que lo mereces!

Tan grave y seria fue esa escena de familia, que no admitia broma de ningun género. Santiago y Franz dieron tambien la enhorabuena á su hermano, quien les respondió como al doctor, con un abrazo.

Al dia siguiente mis hijos, para quienes las perlas constituian un objeto muy importante y trascendental para olvidarlo, rogáronme que fuésemos á la Bahía para hacer una pesquería en grande de tan preciosas mercancías, cuanto más que el viaje era corto y nada arriesgado.

—¡Despacio, señoritos, despacio! respondí; ántes de montar á caballo es preciso ensillarle y ponerle los demas arreos. Si deseais buen éxito á la empresa, conviene proveerse de las herramientas y demas objetos necesarios para efectuarla. Que cada uno de vosotros invente algo útil para la expedicion, y no sólo lo aprobaré, sino que tambien echaré mi cuarto á espadas en la tarea.

Ocioso es decir la general aclamacion con que se recibiria mi propuesta. Todos se pusieron en movimiento. Por mi parte, para cumplir mi promesa y dar ejemplo, labrá dos grandes rastrillos y otros tantos garabatos de hierro. A los primeros les puse astiles sólidos y largos con sus anillas para poderlos fijar en la quilla de la chalupa, á fin de que arrastrándose por el fondo donde se encontraban las conchas de perlas pudiesen recogerlas desprendiéndolas. Los segundos estaban destinados para arrancar lo que los primeros no pudiesen. Ernesto fabricó, allá á su manera, una especie de podaderas con hojas cortantes para hacer caer los nidos de salanganas, de que queríamos proveernos por ser de fá-