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CAPÍTULO LIV.

de doce millones de reales el derecho de pesquería por una sola vez en el banco de perlas en la costa de Ceilan.

La pesquería, para que esteis enterados, comienza en marzo y ocupa á muchísima gente y numerosos barcos. Los orientales la ejercen con cierto misterio, y jamas la emprenden sin haberse preparado con abluciones y otras prácticas religiosas que en su creencia garantizan el buen éxito de la pesca, y sin las cuales darian por perdido el tiempo. La salida es por la noche, porque juzgan como requisito esencial anclar á la altura del banco que se va á explotar ántes de romper el dia.

A eso de las siete de la mañana, es decir, ántes que el calor haya permitido á los buzos sumergirse, se da principio á la pesca que se efectua de esta manera:

El buzo se mete en un cesto suspendido por una cuerda á una polea fija en un poste del mismo barco, y ayudado por el peso de una piedra desciende al fondo aguantando la respiracion y tapándose las narices, apresurándose á recoger todas las conchas que puede en un saquillo que lleva á la cintura. Si el buzo es diestro poco tiempo le basta para reunir de ciento á ciento cincuenta ostras. Al cabo de un minuto, ó á lo más minuto y medio, el buzo avisa sacudiendo la cuerda para que le suban, lo cual se verifica con la ligereza posible, y aparece aquel á la superficie con el rico botin, para aguardar á que de nuevo le toque el turno y sumergirse otra vez.

Los naturales de Ceilan y de la costa de Coromandel son aficionadísimos á esta pesca, la que por trabajosa que sea, consideran siempre como un entretenimiento agradable, y lo que únicamente sienten es que el banco esté poco provisto.

Despues de la pesca se depositan las conchas en grandes cercados donde se guardan con la mayor vigilancia por espacio de diez ó doce dias, para que se corrompa el marisco y puedan extraerse las perlas; en seguida se echan las conchas en un estanque de agua del mar, en el que permanecen doce horas, tras las cuales se abren y lavan de nuevo para que otros operarios con pinzas arranquen las perlas una á una.

Terminada la erudita explicacion del doctor Ernesto, cada uno de sus hermanos hizo sus observaciones particulares sobre la belleza, magnitud y número de las perlas encontradas en las pechinas que Federico trajera. Para responder á las preguntas de Franz, que deseaba saber si todas las perlas eran iguales en Oriente, á los detalles dados sobre el particular por Ernesto, añadí que la belleza y mayor estimacion de las perlas están en razon directa de la pureza del fondo donde se encuentran las conchas, y así, son oscuras y opacas en las aguas cenagosas, blancas y trasparentes en las que tienen por álveo grava ó arena, y varian igualmente en el color segun los sitios donde se pescan. Las del golfo de California son de una amarillo anaranjado; las de las costas de Africa, son más pulimentadas y casi negras, encontrándose algunas algo verdosas que son las más estimadas