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CAPÍTULO LIV.

—¡Fuego! dijo Ernesto en tono de mando y á fuer de oficial guardacosta. Santiago aplicó la mecha al cañon, y á su estampido nos reembarcámos para aprovechar la corriente y adelantarnos á Federico, llegando ántes á la playa de la bahía.

Una vez todos en tierra ví lo que habia retardado la vuelta del navegante. La parte delantera del caïack, decorada con la cabeza de la morsa y sus largos dientes de marfil, estaba cargada de varios objetos, miéntras remolcaba una gran cabeza peluda que más parecia pellejo hinchado que animal, y un saco al parecer lleno de algo pesado, los cuales hacian que el esquife apénas sobresaliese de la superficie del agua por lo mucho que calaba.

—¡Bendito sea Dios! exclamé abrazando á Federico. Su madre y hermanos le recibieron con iguales demostraciones.

—Vamos, Federico, dije pasada la primera expansión, parece que la jornada no ha sido mala; pero aunque trajeses el mejor botin del mundo, nada fuera en comparacion del placer de verte sano y salvo entre nosotros. Démos gracias al Señor por todo, y ahora, á descargar el caïack para que luego descanses de tus fatigas.

Desde que el esquife tocó en la playa todo era algazara y batabola, pudiendo apénas el viajero tomar aliento, tal era el cúmulo de felicitaciones y preguntas que sobre él llovian.

Por fin se restableció un poco el órden y se desataron el saco que estaba lleno á lo que parecia de ostras grandes y el animal marino que le servia de contrapeso. Entre toda la familia arrastraron el caïack por la arena con el piloto dentro, llevándole en triunfo hasta casa con vocinglero júbilo. Mi esposa y yo seguíamos el convoy. Luego que dejaron á Federico en la gruta, sus hermanos volvieron con unas parihuelas á recoger el resto del cargamento, y una vez puesto á recaudo, sentámonos en la galería aguardando en silecio la relacion del intrépido navegante.

Comenzó suplicando á su madre y á mí le perdonásemos su escapatoria hecha sin el competente permiso, hija del deseo de visitar la parte oriental del país, que aun nos era absolutamente desconocida, é ir en busca de aventuras que variasen la monótona uniformidad de nuestras ocupaciones hasto sedentarias para su actividad de veinte y cinco años.

—Tiempo hacia que á la sordina habia preparado esta expedicion, añadió Federico sosegado con un abrazo de su madre y una indulgente mirada mia; habia provisto el caïack de víveres y municiones, juntamente con un odre de agua dulce y otro de agua miel; coloqué ademas sobre cubierta la brújula, una red, un arpon y un bichero á la derecha; una carabina, un áncora con su cable arrollado á la izquierda previniendo ademas un par de pistolas, el zurron repleto de municiones, y el águila. Así aguardaba impaciente la ocasion de embarcarme sin conocimiento de VV., pues temia una justa oposicion por su parte. Esta madruga-