Página:El Robinson suizo (1864).pdf/439

Esta página ha sido corregida


CAPÍTULO LIV.


Nuevos descubrimientos.—Afortunada expedicion de Federico.—Dientes de buey marino.—Bahía de las perlas.—Nutria de mar.—El albatros.—Regreso á Felsenheim.


Si los años habian naturalmente desarrollado en mis hijos sus fuerzas físicas y morales tambien engendraron en ellos sentimientos de libertad é independencia que no siempre estaban de acuerdo con mi solicitud paternal. A veces se pasaban dias enteros sin tener noticia de los dos mayores, pues hasta Ernesto salia de su indolencia habitual siempre que le incitaba su sed investigadora de saber. En estas ausencias y correrías penetraban en lo más espeso de los bosques, subian á las cumbres de las montañas, y cuando al caer la tarde se me presentaban remedios de cansancio y me disponia á arengarles reprendiendo la vida errante que nos privaba de su compañía, participábanme tantos descubrimientos y hacíanme tan útiles observaciones en la relacion de sus aventuras, que ya se me quitaba la gana de regañarles.

Cierto dia Federico nos tenia muy inquietos con su prolongada ausencia. Por las provisiones que llevó conocímos que se detendria más de lo regular, y como si una excursion por tierra no bastase á su genio aventurero, al amanecer fuése con el caïack mar adentro.

Acercábase ya la noche sin que descubriéramos el menor indicio de su regreso. Mi esposa estaba en ascuas, y no pudiendo aguantar más trasladámonos con la piragua al Islote del tiburon, sobre cuyo fuerte izámos la bandera de aviso, disparando el cañonazo de alarma. A poco divisámos en el lejano horizonte como un punto negro que se destacaba sobre el agua, en la que rielaban los áureos rayos del sol poniente, y luego con el anteojo reconocímos claramente á nuestro aventurero, que en su frágil esquife dirigíase á la bahía de Felsenheim. Andaba despacio, remando con cierta dificultad como si su barco groelandes viniese sobrecargado.