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EL ROBINSON SUIZO.

humana, instintivamente obrábamos como si hubiese de llegar el caso, allegando las mercancías preciosas que la isla producia y que pudieran llegar á ser objeto de especulacion mercantil. En los almacenes acopiábamos cacao, especias, algodon, plumas de avestruz, nuez moscada, té, cochinilla y otros artículos que esperábamos vender algun dia á comerciantes europeos. Esta idea era ya una necesidad en nosotros, y yo el primero que la fomentaba como principal móvil de nuestra actividad, que limitada ya y sin objeto para el presente, no podia estimularse sino en consideracion al porvenir, el cual nos alentaba, nos daba valor, evitándonos el fastidio, que abre las puertas á la desesperacion.

Esta prevision, si se quiere exagerada, nos iba habituando á la idea de una futura libertad y alzamiento del destierro á que nos veíamos condenados, soñando con las ventajas que desde luego nos reportaria, pues todo lo reunido ascendia á un valor considerable, más que suficiente para adquirir grandes bienes en Europa.

En medio de tanto como se aglomeraba mi única pesadilla era el ver disminuírse de dia en dia las municiones de guerra, á pesar de la juiciosa economía con que se consumian.

Tocante á nuestras personas, gracias al Señor nada hubo que lamentar. Lo pasámos muy bien de salud durante la década trascurrida, salvo algunas ligeras calenturas y leves indisposiciones que cedieron á sencillos remedios.

Mis hijos ya no eran niños: Federico era un hombre fuerte y robusto, si no todo un buen mozo, con los miembros bien desarrollados por el continuo ejercicio. Tenia ya veinte y cinco años.

Veinte y tres contaba Ernesto, y aunque bien conformado, no poseia las fuerzas de su hermano; pero su genio meditabundo y espíritu observador estaba en sazon. El entendimiento coronaba sus buenas disposiciones, y hasta cierto punto llegó á vencer la pereza que por tanto tiempo le dominara; en resolucion, era un mancebo instruido, de juicio recto y sólido que honraba á la familia.

Santiago habia cambiado poco, tan atolondrado y ligero de cascos á los veinte años como á los diez; pero era de buena índole y excedia á todos en agilidad.

Franz tenia diez y ocho años; era alto, robusto, y su carácter, sin ningun rasgo particular que le distinguiese, era, digámoslo así el intermedio entre sus hermanos, participando hasta cierto grado de sus cualidades físicas y morales; sensible y reflexivo como Federico y Ernesto, la viveza de Santiago en él se convirtió en prudencia, porque en su condicion de más pequeño habia sido objeto de las maliciosas jugarretas de los mayores: esto le habia hecho precavido. En general los cuatro eran apreciables por su bondad y valentía, que no rayaba en temeridad. Su conducta ajustábase á los sentimientos religiosos que yo procurara inspirarles, los cuales se manifestaban á veces de la manera más tierna y espontánea.