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CAPÍTULO LIII.

una palanca que horizontalmente atravesaba el mismo husillo, lo movia en rotacion una de nuestras bestias, y así, con algunas horas diarias de tan sencillo manejo obteníamos el azúcar necesario para el año. Inventámos ademas otra máquina del mismo género destinada á tres usos diferentes, cuales eran: machacar el cáñamo en vez de golpearlo como habíamos hecho hasta entónces; moler la aceituna y sacar el aceite fácilmente; y por último, reducir á pasta el cacao y otras sustancias de igual género. El fondo de esotra prensa constituíalo una gran piedra horadada con un gollete por donde el jugo ó los aceites encontraban salida; esta piedra tenia un borde de nueve pulgadas, con un hornillo debajo para cuando se prensaba algun fruto oleaginoso, como nuez, almendra ú otro semejante.

Al principio estas dos prensas se fijaron al raso, entre el puente levadizo y la parte del arroyo que llamábamos Punta de los arenques; pero más adelante se pusieron bajo un cobertizo, donde se podia trabajar cómodamente aun en tiempo lluvioso.

El Islote de la ballena en que se observaban tantos ó más embellecimientos y plantíos que en el del tiburon, estaban destinados expresamente para los trabajos más groseros. Allí se adobaban las pieles ó se verificaban otras operaciones de suyo hediondas, como la salazon de pescados, liquidacion de grasas y fabricacion de velas, para cuyas faenas se arregló un taller bajo el saliente de una roca.

El esmero empleado en estos establecimientos próximos á nuestra habitacion no nos hacia olvidar la conservacion y progresiva mejora de los más lejanos, y á los que llamábamos nuestras colonias. En Waldek se aumentó considerablemente la plantacion de algodoneros, y el pantano se vino á convertir en un magnífico arrozarl que recompensó con extraordinarias cosechas el trabajo empleado en su desecacion. La canela floreció en aquellos alrededores, rindiendo abundante producto que sobrepujó nuestra esperanza.

A Prospecthill le llegó tambien su turno. Aquí se estableció un plantío de algodon en toda regla, y anualmente se hacia una excursion á esa granja, sobretodo en la época de la florescencia del alcaparro, cuyo fruto echábamos en vinagre aromatizado. Al cesar la estacion de las lluvias y cuando el árbol del té brotaba las primeras hojas, íbamos tambien á recolectarlas, y luego en casa mi esposa y Franz se entretenian en secarlas, arrollarlas y encerrarlas en vasijas de porcelana con el mismo esmero que los chinos preparan esta preciosa mercancía. Antes del invierno se efectuaba la corta de la caña dulce y se recogia el mijo y alpiste, tan necesarios para el alimento de los volátiles. Para estas expediciones nos valíamos de la piragua, y al regreso visitábamos de paso los islotes de la ballena y del tiburon.

Estando en Prospecthill solíamos ir cada año una ó dos veces á la torre vieja del desfiladero, que cerraba la entrada de la gran vega, á fin de mirar desde allí