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CAPÍTULO LIII.

Los demas establecimientos, como Waldek, Prospecthill y el de la Ermita, sito junto al desfiladero, se consideraban como las pacíficas granjas que en nuestras montañas abren sus hospitalarias puertas al caminante extraviado. Mi buena esposa encontraba tan dulce esta comparacion que al visitarlos siempre se acordaba con placer de aquellas, sirviéndola esto de consuelo: ¡tierno sentimiento que comprenderá cualquiera que haya tenido la desgracia de verse arrancado de la tierra donde se meció su cuna! Al escuchar el canto de los gallos y el balido de las ovejas su imaginacion volaba hácia la Suiza y sus montañas queridas, y volviendo los ojos á las graníticas moles que terminaban el horizonte allende la gran vega:

—¿No ves allá, esposo mio, exclamaba, los Alpes con sus blancas crestas? Los árboles que balancean sus copas entre las pardas nubes son los pinabetes de la Selva Negra [1], y allá, mucho más allá: ¿no ves reflejar cual bruñida lámina de plata el lago de Constanza con su tersa y tranquila superficie [2]?

Nunca osé desvanecer tan gratas ilusiones: yo mismo participaba de ellas, ¡harto pronto las disipaba la triste realidad, sacándonos de nuestro enajenamiento!

El recuerdo de la patria es imperecedero; el amor al suelo natal donde se han gozado las primeras dichas nunca se extingue ni entibia, sobreviviendo á la edad, ardiendo vivísimo lo mismo en el tierno corazon del niño que en el casi yerto pecho del más decrépito anciano.

De todas nuestras riquezas las que más habian prosperado eran las abejas. Con el tiempo y la costumbre llevaba adquirida la destreza necesaria para sacar partido de tan ingeniosos insectos, que procreándose sin extraño estímulo no nos ofrecian mas trabajo que el de prepararles anualmente, despues de la estacion de las lluvias, nuevas colmenas donde establecerse. A la verdad este acrecimiento natural de abejas no tardó en atraer numerosos abejarucos, para los cuales son un manjar apetitoso. Pronto hubímos de poner coto á los estragos de los nuevos huéspedes, cuyo brillante plumaje nos sedujo al principio creyéndoles inofensivos, tendiendo lazos y varillas junto á las colmenas para desembarazarnos de tan peligrosos enemigos, muchos de los cuales, despues de disecados, enriquecieron nuestro gabinete de historia natural.

El estudio de esta última ciencia éranos cada vez más ameno y hasta ne-

  1. La Selva Negra es una cordillera de montes poblados de selvas que tiene cuarenta y ocho leguas de largo, y no sólo se extiende por Suiza sino por el ducado de Baden y parte occidental del reino de Wurtemberg. Estos dilatadísimos bosques han sido orígen de mil leyendas y tradiciones populares así como teatro de muchos crímenes.
  2. Este célebre lago, llamado Rodensee, en otro tiempo mar de Suavia, ó Brigantinus por los romanos, se extiende por Baden, Wurtemberg y Baviera. Tiene ocho leguas de largo y se divide en dos brazos ó ramales. Tambien, como la Selva Negra, ha dado origen á cuentos y leyendas. (Notas del Trad.)