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CAPÍTULO LIII.


Rápida ojeada sobre la colonia y sus dependencias.—El corral.—Los árboles y el ganado.—Máquinas y almacenes.


Asómbrame á la verdad el gran número de páginas que capítulo tras capítulo he ido escribiendo y componen ya un abultado legajo, sólo para trazar la historia de una familia que vive en el desierto. Por mucho que me complazca en consignar el más minucioso detalle de cada una de sus aventuras, no puede ménos de ocurrírseme esta sencilla reflexion: tantos acontecimientos uniformes, tantos hechos casi idénticos, tantos episodios parecidos, acaeciendo cada dia con escasa variacion, ¿es posible que no fastidien al lector? Por lo tanto, para no apurar su paciencia justo será abreviar considerablemente el relato de nuestras aventuras.

Sin embargo, ántes de cumplir este propósito abrigo la esperanza de que al traves de las multiplicadas relaciones de caza y viajes, descubrimientos é invenciones, combates y victorias, cualquiera puede sin gran trabajo adivinar la fundamental idea de este libro, cuyo objeto es demostrar que la vida activa y piadosa de familia es por sí sola capaz de desarrollar los buenos gérmenes y facultades de un niño, habilitándole para en su dia representar en la sociedad humana el papel que le tenga destinado la Providencia. Ademas, quizá los sencillos cuadros de nuestra vida de destierro induzcan á considerar los beneficios sin cuento y los medios de que el Criador puede valerse para que el hombre soporte sin esfuerzo una existencia pacífica aunque en cierto modo aislada, infundiéndole la idea de que nada existe en la naturaleza de que con constancia y firme voluntad no puedan sacarse grandes frutos en provecho propio y ajeno.

Ahora bien, para no llegar al desenlace de esta historia con una transicion brusca que causaria mal efecto, así como el caminante se sienta á descansar un rato para cobrar aliento y proseguir con nuevos brios el viaje, así yo, dando tregua á mi relato y sin pasar adelante, en vez de mirar al fin tenderé una ojeada