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CAPÍTULO LII.

familia, completándose los preparativos para emprender la marcha al romper el alba y regresar á Felsenheim. Federico me pidió permiso para ir por agua en el caïack, siguiendo la costa y doblando el Cabo. Consentí en ello con tanto más gusto, cuanto que la destreza que habia demostrado en el manejo de su embarcacion no me dejaba la menor inquietud respecto á su seguridad personal, y ademas deseaba que reconociese por mar el promontorio que ya rodeáramos por tierra.

La salida se efectuó al mismo tiempo, verificándose ambos viajes sin novedad. Al doblar el Cabo el navegante halló entre los zarzales dos arbustos, uno cubierto de flores olorosas y rosadas con hojas largas, estrechas, y varetas espinosas; y el otro con flores más pequeñas, blancas y muy numerosas, parecidas como sus hojas á las del arrayan. Trajo una rama de ambos, en uno de los cuales mi esposa reconoció al instante el alcaparro, cuyo fruto sobremanera ácido da tan buen gusto á ciertos guisos [1]; miéntras que el segundo me pareció una especie de té chino que recibímos todos con marcada distincion.

En efecto, la esperanza, aunque incierta siempre vista, de que algun dia se acercase una nave á nuestras costas, no nos abandonaba nunca, y guiados de este pensamiento procurábamos recoger cuanto útil ó precioso se encontraba en el país que habitábamos, á fin de poder entrar en tratos mercantiles con la gente que arribase, ó para pagar con nuestras mercancías el pasaje si se presentaba la ocasion de abandonar esta soledad y regresar á Europa. Con arreglo á eso, anualmente se hacia cosecha de algodon superior á nuestras necesidades, así como de frutas que se hacia secar ó aderezar para su conservacion, y toda clase de aromas y especias, como clavo, pimienta, vainilla, canela y nuez moscada de que las palomas torcaces tenian buen cuidado de proveernos, trayéndola de lejanos puntos en el buche, de donde con destreza la sacábamos cuando tornaban al palomar. Conformes en esa idea puede cualquiera concebir la importancia que daríamos al descubrimiento del té, reputándole como uno de los más importantes en este género de adquisiciones; y examinando de cerca los ramos cargados de hojas y flores que Federico puso en mis manos como muestra de ese precioso arbusto, conté á los niños cuanto sabía de más curioso sobre la historia del té.

—Este arbusto, les dije, que se cria especialmente en la China y el Japon, se cultiva con particular esmero, y con mayor todavía el que se destina al consumo de la familia imperial. Los campos donde crece están divididos en cuadros como los de un vasto huerto, cortados por canales y regueras de agua corriente que se limpian cada dia. Los encargados de recolectar el té imperial, que se compone de las primeras hojas que se abren en la extremidad de las ramas más

  1. El alcaparro es un género de planta de la familia de las caparídeas, cuyos tallos son tendidos y espinosos, las flores blancas y grandes y el fruto en forma de higo. El boton de esta flor sin abrir es lo que se usa como comestible. A el alcaparro de Indias se llama tambien capuchina. (Nota del Trad.)