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EL ROBINSON SUIZO.

ron á arrojarnos piñas sin número, tan espesas como lluvias, que realmente nos hubieran molestado á no ahuyentar la obstinada tropa, la cual no cejaba en sus hostilidades. Conseguímoslo en seguida con un par de buenas perdigonadas, que echaron por tierra á dos ó tres de los tiradores é intimidaron á los demas que no quisieron sufrir igual suerte, escapando hácia el llano ó encaramándose á lo más alto de las palmeras. Esta recepcion no hizo mas que aumentar la mala disposicion que ya traia y afirmarme en mi propósito de llevar á cabo el ejemplar escarmiento que preparaba y que de mucho tiempo atras tenia meditado contra la maldita raza de los monos. El bosque cuyo acceso ya nos quedaba franqueado terminaba en un campo de maíz ó mijo silvestres cuyos tallos tenian ocho ó diez piés de altura, sin contar la espiga cuajada de granos rojizos por la que desde luego reconocí la planta. Este campo extendíase á bastante distancia, y reconociéndole advertí que en varios puntos estaba devastado como por un pedrisco. Al traves de los grandes claros que habia divisámos nuestra habitacion de Prospecthill, que á pesar de su lejanía nos pareció algo arruinada. Aproximándonos más, nos convencímos de que los monos habian pasado por allí. En efecto, al llegar á la granja, término de nuestro viaje, despues de descargar el carro nos encontrámos con la casa horriblemente maltratada, las empalizadas por tierra y todo el interior sucio y lleno de asquerosidades que los villanos animales allí acumularan. Las plantaciones y sembrados inmediatos apénas se reconocian, tal era el pillaje y devastacion que habian sufrido. En fin, era un espectáculo de ruina y desolacion que conmovia é irritaba, clamando venganza contra las infames bestias que tal desastre causaban. Toda la tarde se empleó en limpiar y medio arreglar lo más indispensable en la cabaña, para que pudiésemos siquiera pasar la noche sin temor de una invasion de los animales del desierto. En cuanto quedó habitable la parte necesaria, colocáronse en ella los jergones de algodon y las pieles de oso que traíamos para V. cuando se reuniese con nosotros, lo cual le causaria grata sorpresa.

Tambien me habrá V. de perdonar, papá, una falta que contra su expresa prohibicion he cometido, llevándome sin avisarle la goma de euforbio que creia necesaria para la ejecucion del proyecto. En mi indignacion contra los monos resolví atacarles esta vez con el arma terrible del veneno. Desde luego estaba persuadido de que mi proyecto desagradaría á V.; pero reflexionando que estando destinado ese veneno contra las ratas y otros bichos dañinos bien se me podria permitir usarlo contra esa raza destructora, á fin de aniquilarla si posible fuese, ó al ménos quitarla la gana de volver á talar nuestros sembrados. Para llevar á efecto mi plan llenámos una gran porcion de cáscaras de coco y calabaza de leche, víno de palmera y harina de maíz, echando en cada taza la dósis de veneno suficiente para que surtiese el resultado apetecido. Todos estos incentivos se colocaron en las ramas más bajas de los árboles, ó junto al tronco de los mismos para que estuviesen á la mano de los golosos animales que acudirian sin