Página:El Robinson suizo (1864).pdf/404

Esta página ha sido corregida
361
CAPÍTULO LI.

Esta disertacion sobre el ave del paraíso trajo consigo otras en las que lució como siempre su erudicion el sabio Ernesto. Yo mismo al escucharle me asombraba de la aptitud y aprovechamiento del niño en su ciencia favorita, y de la facilidad con que desenvolvia, entre el confuso laberinto de clasificaciones, diversidad de géneros, especies, clases, excepciones, etc., capaces de confundir y amilanar al más entendido y aplicado en el estudio de la historia natural.

Pero ya es tiempo de anudar el hilo de la narracion interrumpida.

Despues de tantas proezas natural era que á nuestros cazadores les acometiese un vigoroso apetito, si bien la comida fue más frugal de lo que debiera haber sido, viniendo á reducirse á un poco de pecari en cecina, patatas asadas al rescoldo, cazabe y frutas. En cuanto al pemmican tan laboriosamente preparado, desde el primer bocado se declaró indigno de su usurpada fama, echándolo á los perros á quienes supo muy bien.

Antes de anochecer, á fin de aprovechar los exploradores el viaje llenaron un saco de espigas maduras de arroz, y otro de algodon, cuyas cosas sabian de otras veces que agradaban sobremanera á la madre.

Como su pensamiento era alargarse al dia siguiente hasta Prospecthill para poner en órden lo que hallasen desarreglado, Federico no olvidó proveerse de lo necesario para dar otra buena leccion á los monos que infestaban el contorno, y que tanto estrago causaran en los plantíos; y necesitándose víno de palmera para cebo y tazas de coco para llevarlo, por no trepar hasta lo más alto de las palmeras eligieron las que les parecieron más cargadas de fruto, y á imitacion de los caribes que echan por tierra el árbol para recoger aquel, derribaron dos soberbias palmeras de donde á la vez sacaron víno, cocos y sagu.

Cuando me refirieron esta particularidad no pude ménos de reprobar á los niños el empleo de ese medio destructor, prohibiéndoselo expresamente para lo sucesivo. La palmera era uno de los más hermosos árboles del país, de cuya riqueza vegetal podíamos siempre disponer como uno de nuestros principales recursos; y sacrificar los frutos del porvenir á la ventaja de un minuto, aniquilando la produccion, era una conducta bárbara, propia sólo de salvajes, cuyo defecto dominante es la pereza, á la que subordinan sus actos.

Para atenuar esa falta que la rectitud de su conciencia tambien les echaba en cara, dijéronme que en compensacion habian dejado sembrados ocho ó diez cocos que reemplazarian con el tiempo á los derribados árboles.

Segun quedó convenido los niños pasaron de Waldeck á Prospecthill, donde les aguardaban acontecimientos de mayor importancia, que para ser mejor comprendidos del lector dejarémos que los refiera el mismo Federico, reproduciendo la detallada narracion que nos hizo al regreso.

—Al entrar en el Bosque de los pinos, nos dijo, fuímos recibidos por un escuadron de monos posesionados de todos los árboles, desde los cuales comenza-