Al dia siguiente Ernesto se levantó al rayar el alba y fué al palomar, sin que por mi parte maliciara que ahí se encerraba un gran secreto. Nada le dije sobre eso, y cuando tras las primeras ocupaciones de la mañana le llamé para el desayuno, se me presentó gravemente con un pliego cerrado en la mano, y haciendo una profunda reverencia dijo:
—El correo de Felsenheim saluda á vuestras señorías, suplicando dispensen el retardo que hoy dia sufre la correspondencia de Sidney, Port-Jakson y demás puntos de la costa de Nueva Holanda. El paquebote llegó anoche, por lo cual no me ha sido posible hasta ahora poner en vuestras manos las cartas que á vuestras señorías vienen dirigidas.
Su madre y yo no pudímos ménos de reirnos al oir este exordio.
—Está bien, señor correo, respondí en el mismo tono; tenga V. la bondad de abrir y leernos el parte.
Al oir esas palabras maese Ernesto rompió la nema, abrió el pliego, y dando á su voz toda la entonacion de que era susceptible, comenzó la lectura en estos términos:
«El general gobernador del nuevo Valle del Sur al gobernador de Felsenheim, Falkenhorst, Waldeck, campo de cañas dulces, y demas territorios inmediatos, salud.
«Noble y fiel aliado, acabamos de saber con disgusto que tres hombres que suponemos pertenecen á vuestra colonia se han alejado de ella para vivir á sus anchuras y sobre el país en el desierto, lo que sin duda ha de causar no poco vejámen á la caza mayor y menor de la provincia. Igualmente ha llegado á