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CAPÍTULO L.

Suiza. Algunas divisiones de la gran bandada se segregan para buscar su racion á mayores distancias, lo cual no impide que á la hora de recogerse regresen todas con puntualidad al lugar de descanso. Este lo escogen siempre con el mayor sigilo, léjos de la ordinaria morada de sus mayores enemigos, los colonos americanos. Pero cuando estos llegan á descubrir uno de esos puntos de reposo, prepáranse para una larga expedicion que ha de ocupar á muchísima gente. Reunidos é instalados los cazadores, convienen entre sí varias señales de aviso; establecen una especie de policía para el bien y seguridad general, y la campaña se abre. Desde la puerta hasta la salida del sol duran las descargas cerradas de los escopeteros, y sólo cuando ha desaparecido la última paloma se procede á recoger la caza. Pero siempre preceden á los cazadores en el campo de mortandad las aves de rapiña y otros animales. La abundantísima caza se despluma, prepara y embarrila al dia siguiente, quedando siempre algunas piezas para los cerdos, que engordan con tál cebo. De aquí pasa á los mercados el producto de la matanza, muy estimado por los gastrónomos, y hasta se ven en Nueva York barcos enteros cargados tan sólo de semejante mercancía. La vida de las desgraciadas palomas es una continua serie de fatigas y peligros. Acosadas por el hombre en el lugar do se recogen, lo son igualmente en la época que destinan para las crias, durante las cuales el domicilio es más fijo y cesan las emigraciones, si bien la asociacion general aunque subdividida no se disuelve, y unidos unos á otros los nidos en lo posible, cubren los árboles todos de un bosque. En el estado de Kentucky se ha visto uno de estos establecimientos que ocupaba una legua de ancho por más de diez y seis de largo. En abril es cuando generalmente se ocupan los nidos; á fines de mayo los pichones están en disposicion de volar, y la bandada entera emprende sus excursiones. Crian tres veces al año, y por lo comun renuevan otras tantas los nidos. Cuando se llega á encontrar una gran nidada, lo que no es difícil, los medios de destruccion se preparan en seguida y los cazadores llegan al bosque pocos dias ántes de partir las palomas, armados y provistos como en la caza anterior de todo lo necesario. Se desgajan las ramas, derríbanse los árboles si es menester, y caen á la vez los nidos. Los acentos desesperados de las víctimas, el rumor del hacha que abate los árboles y el mayor aun que forman con su aleteo los padres y madres que no cesan de revolotear al rededor de su desgraciada prole hasta que el hambre les obliga á abandonarla, causan un estrépito que aturde.

«Los pichones á la sazon están muy gordos, y los indígenas americanos han enseñado á los colonos el modo de aprovechar su grasa, que derretida se conserva en barriles como la manteca. Un árbol grande cargado de nidos proporciona la suficiente para toda una familia durante muchos meses.

«Las palomas viajeras de América no pueden conservar sus hábitos sino en las inmensas selvas del interior, allende los montes Alleghanys, pues las bandadas que se aventuran á pasar al Este de esa cordillera, en vez de asilo seguro