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EL ROBINSON SUIZO.

donde se refugiara el avestruz, del cual no sin grandes esfuerzos consiguió que desandase lo andado.

Al ver el mónstruo que sus hermanos tan valerosamente habian vencido en su ausencia con la cooperacion de los alanos, no pudo ménos de retroceder asombrado ante un cadáver, que aun en ese estado imponia. Y no era de extrañar tal espanto, pues la hiena con su leonada melena, erizada de negro y cerdoso pelo, sus afiladas uñas, hocico agudo como el del lobo, redondos y centellantes ojitos, es una de las fieras más sanguinarias y feroces.

La hiena, bruto solitario, habita en las cavernas de las montañas, hendiduras de las rocas, y guaridas que ella misma se abre bajo tierra. Nada alcanza á domar su índole feroz, y aunque cogida cuando cachorro, jamas se domestica. Vive de la rapiña como el lobo, y más fuerte y astuta que él, ataca muchas veces al hombre, y persigue de muerte al ganado hasta en los rediles y establos. Sus ojos brillan en la oscuridad, y se cree que ve más de noche que de dia. Cuando le falta presa viva escarba hasta desenterrar y devorar los cadáveres de hombres y animales. Generalmente se la encuentra en los climas cálidos del Africa y del Asia. Se defiende contra el leon, no teme á la pantera, vence á la onza. Entre todos los cuadrúpedos tiene la particularidad de ser el único tal vez que carece del quinto dedo en las cuatro patas.

La captura de este animal fue sin disputa una de las hazañas más heróicas que se alcanzaron desde nuestro establecimiento en la isla. Franz le reclamó para sí como de su propiedad. Tan justa pretension no pudo ménos de ser reconocida por sus hermanos, y despues de conducido el bagaje á la granja de Waldeck, donde los expedicionarios pensaban detenerse algun tiempo, volvieron al campo de batalla á recoger la presa, que fue trasportada en el trineo. En seguida se ocuparon en desollarla, sacando entera la piel para aderezarla así como la cabeza para su conservacion.

En este importante trabajo, interrumpido de vez en cuando con la caza de algunos pájaros, invirtióse el resto del dia. Al anochecer, despues de una ligera cena, los aventureros se acostaron sobre las pieles de oso que á prevencion llevaban, y durmieron hasta la madrugada.

Miéntras esto sucedia en Waldeck, Ernesto, mi esposa y yo estábamos sentados á la entrada de la gruta.

—¿Dónde estarán ahora mis hermanos? preguntaba el filósofo. El corazon me da que pronto tendrémos noticias suyas.

—¿Y por dónde lo coliges? preguntó la madre.

—¡Serán manías! creo en los sueños, respondió el niño riéndose, y he soñado.....

—¡Bah! ¡Buena garantía la de tus sueños! caso de que revelasen algo, yo como mujer y madre debiera saber más que tú, puesto que mi corazon, mi alma toda está con los ausentes.