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CAPÍTULO L.

bambúes para ejecutar otro plan más importante y alguanas otras cosas, y así os concedo permiso para que hagais una excursion hasta el desfiladero á fin de distraeros un rato.

—¡Gracias, papá, gracias! clamaron todos. ¡Un viaje! ¡habrá caza larga, y nuevos descubrimientos! Es más divertido que construir puentes levadizos.

—Yo haré pemmican para el camino, dijo Federico, pues tenemos carne de oso á discrecion.

—Y yo, dijo Santiago con cierto misterio á que no estaba acostumbrado, llevaréme dos palomas..... Tengo un proyecto en ciernes.

—Y yo, añadió Franz, quedaré al cuidado del bagaje, y si Federico quiere creerme, hará bien en llevarse el caïak, que podrá botar en el lago, para coger siquiera un par de aquellos cisnes negros tan hermosos que vímos tiempo atras! ¡Qué bien estarian en el estanque de Falkenhorst!

La estacion era favorable, la atmósfera pura y serena, y todo prometia á los jóvenes aventureros un bonito viaje de recreo, tanto más conveniente para ellos, cuanto que convenia amenizar de vez en cuando la vida uniforme que se pasaba en Felsenheim.

Federico fué corriendo en seguida á ver á su madre ocupada en la huerta, y en el tono más humilde que pudo la pidió un buen pedazo de carne salada de oso para hacer un pemmican.

—Espero tendrás la bondad de decirme ántes, respondió la buena madre, qué cosa es un pemmican.

—El pemmican, mamá, es un manjar que acostumbran llevar en sus viajes entre las tribus indias los tratantes de pieles del Canadá. Se hace con carne de oso ó de cabrito muy picada y batida hasta reducirla á escaso volúmen.

—¿Y de dónde te ha venido ese antojo canadiense?

—Mamá, se trata de una excursion que vamos á hacer por la gran vega, y el pemmican será el principal alimento del viaje.

—¡Válgame Dios! ¡otro viaje! exclamó mi esposa algo mohina; y esto se delibera sin contar conmigo. ¡Vaya un modo de prevenir mis objeciones; pero ya que tu padre consiente en ello, sea en hora buena. Respecto el pemmican, será muy bueno para cuando se ha de atravesar desiertos ó comarcas inhospitalarias, incultas; pero tales precauciones para un viaje de dos dias y por un terreno tan fértil como este, paréceme algo risible.

—Hasta cierto punto tiene V. razon, mamá, respondió Federico; pero es capricho nuestro, y gran satisfaccion para nosotros eso de vivir dos dias sin pretensiones ni regalos, así á la ligera, sin pensar mas que en cazar...

—Está bien; pero ¿es requisito indispensable para satisfacer plenamente la imaginacion de un cazador el que la comida sea cruda?

Con nuestra llegada se interrumpió el diálogo; echóse todo á broma, y como el heróico proyecto de Federico contaba con el asentimiento general, mi esposa