Página:El Robinson suizo (1864).pdf/377

Esta página ha sido corregida


CAPÍTULO L.


La tempestad.—El clavo-especia.—El salmon.—El puente levadizo.—Marga salada.—El pemmican.—Elaboracion del azúcar.—La hiena.—Palomas correos.


Miéntras remábamos tranquilamente, Ernesto, á quien siempre se le ocurria algo que hablar, me preguntó cómo habia calculado con tanta exactitud la distancia que nos separaba de su hermano al presumir su paradero.

—De una manera muy sencilla, respondí, para el que está algo iniciado en los fenómenos de la naturaleza. Se sabe que la luz recorre el espacio con rapidez extrema, y que su resplandor refleja en la pupila del hombre casi instantáneamente, de suerte que se calcula que en el espacio de un segundo recorre el éter luminoso una distancia de ochenta leguas. El sonido, por el contrario, es mucho más tardo en su transicion, pues mide en igual tiempo ciento setenta y dos toesas ó sean trescientos treinta y ocho metros. Combinando estas observaciones con mi pulso, que regularmente en estado de salud da sesenta latidos cada minuto, y contando cuatro de estos en el intervalo que medió entre ver el humo y oir el estampido, deduje que debíamos estar separados de Federico sobre cuatro mil ciento sesenta piés, que es á corta diferencia un cuarto de legua; y hé aquí explicaba la exactitud de mi anuncio, y de la distancia que nos separaba de tu hermano. Tambien es cierto que circunstancias atmosféricas imprevistas, como el viento y la lluvia, pueden á veces alterar estos cálculos; pero las diferencias que resulten serán siempre insignificante.

—Un secreto más de la naturaleza que yo no conocia, repuso el doctorcillo con placentero acento; otra de las maravillas que sorprenden y parecen imposibles al ignorante. De esa manera, preguntó, ¿se podrá determinar el punto de partida de la luz celeste, y el tiempo que tarda en llegar hasta nosotros?

—Sí, ciertamente. La astronomía enseña con la más rigorosa exactitud la distancia que separa nuestro globo del sol y de los demas astros que lo iluminan, y así te dice que bastan á los rayos solares ocho minutos para llegar á la tierra, y que la luz de Sirio, estrella fija que se cree una de las más remotas, necesita